En la localidad turca de Kahramanmaras, cerca del epicentro del sismo, se instalaron 30.000 tiendas de campaña y hay 48.000 damnificados en escuelas y otras 11.500 personas albergadas en centros deportivos. RFI pudo visitar uno de los campos humanitarios, instalado en medio de un estadio, donde los niños intentan recuperar una apariencia de vida normal.
Tras la búsqueda de supervivientes, ha surgido un nuevo reto: el realojamiento de cientos de miles de personas sin hogar. Entre estas personas, miles de niños a los que hay que cuidar, pero sobre todo ayudar a vivir y a tener esperanza tras la catástrofe.
Entre las carpas del campamento, los chicos juegan al fútbol. A pocos metros, una niña de seis años observa con la mirada perdida. “Pasé mucho miedo durante el terremoto. Estaba en casa con mis padres. Ayer, papá volvió por juguetes para mis dos hermanos pequeños y para mí y mi hermana, Barbies”.
Con un nudo en la voz, confiesa: “Tengo dos sueños: el primero es volver a casa con mis padres, el segundo es volver al colegio con mis amigos”.
Desde hace más de una semana, estos niños, algunos de los cuales han quedado huérfanos, intentan olvidar la catástrofe. “Jugamos a la pelota, salimos a pasear, hay juegos para los niños...”, cuenta un chico.
Esta mujer llegó del campo hace tres días con su hija. Su casa está completamente destruida. “Solíamos ir de acampada, ¡pero esto es diferente! Nos falta de todo... Aquí no hay higiene, no hay limpieza, los niños han enfermado.
Nur Zeyden es una enfermera voluntaria en el campo que atiende a niños traumatizados y lleva dos días sin dormir. “Te daré algunos ejemplos: un niño de un año. Vivió el terremoto y ahora, cuando oye soplar el viento, se echa a llorar. Otro tiene seis años. Quiere llorar, pero no puede. Los niños nos dicen que su corazón late demasiado deprisa”.
Ante el desamparo de estos niños, los cuidadores a menudo sólo tienen unos pocos juguetes llenos de tierra que ofrecerles.
El vicepresidente turco Fuat Oktay afirmó que 574 niños sacados de los edificios derrumbados fueron hallados sin compañía. Unos 76 fueron entregados a miembros de sus familias.
Un grupo de unos 200 voluntarios, entre ellos psicólogos, abogados y médicos, creó centros de coordinación en las diez provincias devastadas por el sismo. Su objetivo: identificar a los niños no acompañados y confiarlos a sus familias, con ayuda de la policía.
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