Los ojos de todo el mundo llevan horas apuntando a uno de los territorios soberanos más pequeños del planeta, incrustado en el corazón de Roma. Sus apenas 44 hectáreas, sin embargo, son la sede de la diplomacia más antigua y más influyente de la tierra.
La plácida rutina del Estado Vaticano se ha roto de pronto por el sobrio sonido de una de las campanas de la basílica de San Pedro. Un tañido esperado -y temido- desde que la Santa Sede alertó sobre el estado de salud del ahora difunto. Su sonido lo imita otra, allá por la Via della Conciliazione, y otra en el Trastevere... Todas las campanas de Roma y a la zaga todas las del mundo católico están tocando ya a muerte. Su sonido sustituye al del latir del corazón de Benedicto XVI, nacido Joseph Aloisius Ratzinger, el 265º Papa de la Iglesia católica, que ha dejado de palpitar a sus 95 años. En febrero se habría cumplido una década desde la histórica renuncia al papado de Benedicto XVI, tras ocho años de pontificado.
Es precisamente esa excepcionalidad la que mantiene abierta todas las opciones sobre cómo se oficiarán la exequias de Benedicto y qué ocurrirá a partir de este momento. No hay precedentes: Benedicto XVI es el primer Papa que renuncia a su cargo al frente de la Iglesia de forma voluntaria desde que lo hiciera Celestino V en 1294. El ritual Pontificio recoge minuciosamente cada uno de los detalles que han de ser tenidos en cuenta ante la muerte del sucesor de Pedro y durante el periodo de sede vacante, cuando la Iglesia queda en manos del camarlengo, el cardenal que actuará como jefe de Estado del Vaticano hasta la elección de un nuevo Papa, aunque con funciones meramente instrumentales. En esta ocasión, el Papa ha muerto... pero el Papa sigue vivo. Francisco, el primero en levantar la voz de alerta sobre el delicado momento que estaba viviendo Benedicto XVI en las últimas horas, es el Pontífice en ejercicio. No habrá Cónclave. No hay sede vacante.
TODOS LOS HONORES
Todo apunta a que el actual Papa ordenará que se dispensen al difunto los mismos honores que al resto de hombres que han calzado las sandalias del pescador. Los cardenales de todo el mundo serán convocados para celebrar eucaristías por su descanso eterno durante nueve días. Su cuerpo será expuesto en la basílica de San Pedro para que los fieles puedan despedirse del difunto, mientras se prepara el entierro solemne de sus restos mortales, que ha de producirse no antes de cuatro días ni después de seis. Durante ese tiempo, el cadáver del Pontífice permanecerá a la vista de todos, sobre un sobrio tapiz, con vestiduras litúrgicas. Sólo unas horas antes de su inhumación será colocado en tres ataúdes, cada uno dentro de otro: el exterior, de madera de olmo; el de en medio, de plomo; y el interior, de madera de ciprés. Un espacio de la cripta ubicada junto a las catacumbas de San Pedro está ya reservado para acoger el cuerpo de Benedicto XVI, a no ser que éste, de forma privada, haya dado instrucciones para ser enterrado en otro lugar.
El ruido de la pesada losa sellando la tumba excavada en el terreno que ocupa la gran necrópolis romana sobre la que se asienta el Vaticano dará el pistoletazo de salida a críticos de todo el mundo que competirán por ajustar el más fino análisis sobre el alcance de la obra desarrollada por Benedicto XVI.
Desde el punto de vista científico, el Papa difunto deja uno de los corpus teológicos más completos y extensos de los últimos siglos. Fueron mayoría quienes percibieron en su obra un paulatino escoramiento hacia las posturas más conservadoras de la Teología. Cuestionado al respecto por quienes en otros momentos fueron sus compañeros de estudio y de docencia, el todavía cardenal Ratzinger insistía en la necesidad de dotar a la Iglesia de un cuerpo de doctrina sólido, que sirviera de fundamento para indagaciones de todo tipo y sensibilidad en un futuro, pero sin alterar lo que consideraba el depósito de la fe. Su trabajo al frente de la Congregación Vaticana para la Doctrina de la Fe (considerada de manera trivial el organismo sustituto de la Inquisición) le granjeó el apodo de bulldog alemán de la ortodoxia y fustigador de las nuevas corrientes teológicas y pastorales que iban surgiendo en la Iglesia católica. La mayor parte de ellas tan populares como efímeras.
Más allá de esas sentencias sobre doctrinas y publicaciones que habría de emitir como máximo responsable de la oficina vaticana, de su propia literatura se desprende, sin embargo, una manera de afrontar los temas claves del cristianismo con una perspectiva profundamente ecuménica, buscando el encuentro entre sensibilidades. Eso sí, con mayor predisposición a ser magnánimo con las corrientes consideradas tradicionalistas que con aquellas más cercanas a la heterodoxia de izquierdas.
Jesucristo como centro de la historia y de la vida de cada ser humano, y el empeño en consolidar el diálogo entre la fe y la razón son los grandes ejes vertebradores de una literatura de dimensiones y temática enciclopédicas, con vocación de ejercer su influencia en cualquier creación teológica de siglos venideros.
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DECISIÓN HISTÓRICA
En el terreno pastoral y organizativo de la comunidad, el 11 de febrero de 2013 marca un antes y un después en la historia contemporánea de la Iglesia católica y en su futuro devenir. Consciente del alcance de los casos de pederastia cometidos en el seno de la institución; sin el apoyo de parte de la Curia, que desde una presunta ortodoxia pretendía consolidar las posturas más inmovilistas; informado sobre la opacidad en cuestiones económicas del Vaticano... sabedor de que sus fuerzas «ya no se corresponden con las de un adecuado ejercicio del ministerio petrino», Benedicto XVI toma la histórica decisión de renunciar al gobierno de la Iglesia. La postura, alabada y denigrada por igual en su momento, abrió las puertas a decisiones similares en contra de la caduca práctica de permanecer en el cargo aún cuando no se ejerciera el gobierno de forma efectiva por falta de capacidades físicas o mentales incluso durante años. “Con libertad renuncio al ministerio de obispo de Roma”, fue el rotundo mensaje con el que abría una nueva etapa en la forma de entender el ejercicio de la autoridad.
Atardece en Roma y el Portón de Bronce, uno de los más icónicos enclaves del Vaticano, puerta de entrada a los palacios, está abierto sólo hasta la mitad en señal de duelo. Miles de personas se congregan ya en la plaza de san Pedro para ser testigos de un momento único en la historia: cómo se inician los preparativos para que un Papa presida las exequias de otro Papa. Nunca antes visto.