Nicolás Maduro ha tejido una compleja red de alianzas internacionales que desafía el equilibrio global. Según informes recientes, su régimen ha estrechado lazos con Corea del Norte, un país caracterizado por su secretismo y militarización extrema. Fuentes militares han revelado que desde 2018, altos oficiales venezolanos han mantenido reuniones secretas con sus homólogos norcoreanos, en un esfuerzo por fortalecer la estructura de control interno en Venezuela.
El 28 de julio de 2024 marcó un punto de inflexión, tras una derrota electoral contundente, Maduro tomó medidas drásticas para mantenerse en el poder. Se apoyó en el Consejo Nacional Electoral (CNE) y el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) para invalidar los resultados y ejecutar lo que la oposición ha calificado como “un golpe de Estado institucional”.
Pero su estrategia va más allá del fraude electoral.
Analistas señalan que Venezuela, con sus vastos recursos energéticos y minerales, representa un punto clave en la geopolítica global. Con la ayuda de China y Rusia, Maduro busca blindar su régimen y expandir su influencia en América Latina. Además, su estrecha relación con Irán y grupos como Hezbollah y el ELN aumenta la preocupación sobre el uso de Venezuela como plataforma para el terrorismo y el narcotráfico.
Estados Unidos, bajo la administración de Donald Trump, enfrenta un dilema complejo. Mientras algunos sectores buscan el diálogo con Maduro, otros advierten sobre la amenaza inminente que representa su alianza con potencias adversarias.
Con el tiempo corriendo a su favor, el chavismo refuerza su posición y se prepara para un escenario de confrontación global.