El papa Francisco rezó hoy por los damnificados por el coronavirus, como enfermos o los médicos y sacerdotes que los asisten, en un misa con medidas de seguridad para evitar contagios cuando se cumplen siete años de su elección.
“Nos unimos a los enfermos, a las familias que sufren esta pandemia. Querría también rezar por los pastores que deben acompañar al Pueblo de Dios en esta crisis, que el Señor les de la fuerza y la capacidad de elegir los mejores medios para ayudar”, refirió.
Francisco ha decidido retransmitir por primera vez en directo, de forma excepcional, la misa matutina que ofrece en su residencia privada, Casa Santa Marta, para poder llegar así a las personas que se encuentran aisladas por la propagación de este virus.
Pero la misa se seguirá con medidas de seguridad: por ejemplo se celebra sin fieles y solo acompañan al papa algunos celebrantes, siempre manteniendo una separación prudencial entre sí.
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Hoy tuvo palabras especiales para los pastores, los sacerdotes a los que ha llamado abiertamente a ir al encuentro de los enfermos de coronavirus, y les ha instado a discernir qué medidas son los más adecuadas para ayudarles y asistirles.
“Las medidas drásticas no siempre son buenas, por eso rezamos, para que el Espíritu Santo de a los pastores la capacidad y el discernimiento pastoral para que tomen medidas que no dejen solos al Santo pueblo fiel de Dios”, reclamó.
En estas misas, siempre estrictamente privadas, el papa ha dado su apoyo a los enfermos, a los médicos o enfermeros que se esfuerzan por paliar la emergencia y también a los gobernantes que deben tomar decisiones en ocasiones impopulares.
Ayer jueves, por ejemplo, pidió rezar por “las autoridades que deben decidir muchas veces medidas que no gustan al pueblo”.
“Pero es por nuestro bien y muchas veces las autoridades se sienten solas, no comprendidas. Recemos por nuestros gobernantes, que deben tomar decisiones sobre sus iniciativas. Que se sientan acompañados por la oración del pueblo”, instó.
La crisis del coronavirus se ha hecho especialmente patente en Italia, donde ya ha infectado a 15.113 personas y causado la muerte a 1.016, pero también ha bloqueado a todo el país, su cultura, su vida social, sus tradiciones y también su economía.
Una pandemia que también ha alcanzado al Vaticano, donde solo se ha registrado un enfermo de coronavirus, pero que ha tenido que cerrar tanto la basílica como la plaza de San Pedro, así como todas las iglesias de Roma, y suspender oficios religiosos en toda Italia.
De este modo, entre restricciones, el papa vive una jornada señalada en rojo en el calendario de su pontificado pues su elección como papa se produjo el 13 de marzo de 2013.
Fue en la tarde de aquel día cuando la chimenea instalada en la Capilla Sixtina, donde se reunían enclaustrados los cardenales, anunciaba al mundo la elección del nuevo pontífice, el primero latinoamericano de la milenaria historia de la Iglesia católica.
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Y pocas horas más tarde, de noche, ante una plaza de San Pedro abarrotada de fieles, Jorge Bergoglio se presentaba como el nuevo papa llegado del remoto “fin del mundo”.
Ahora Francisco enfrenta su octavo año de ministerio y lo hace en un “momento dramático para toda la humanidad” por la expansión del coronavirus, tal y como reconoce en un editorial publicado en los medios de la Santa Sede con motivo de esta efeméride.
Y lo hace encomendándose a la oración y como un sencillo párroco en la pequeña capilla de la Casa Santa Marta, pensando en todos los afectados por esta emergencia