Ahora, los astronautas Sunita Williams y Butch Wilmore enfrentan una dura batalla en la Tierra: huesos frágiles, corazones deformados y músculos que apenas pueden sostener su propio peso. ¿Vale la pena arriesgarlo todo por la exploración espacial?
Un regreso nada glorioso: pies sensibles y cuerpos debilitados
Cuando los astronautas de la NASA finalmente tocaron el agua del golfo de México tras casi 300 días en el espacio, la escena estaba lejos de ser heroica. Aunque sonreían para las cámaras, la realidad es que sus cuerpos estaban destruidos. Las imágenes lo dicen todo: los tuvieron que sacar de la cápsula casi en andas, sin fuerzas para mantenerse en pie.
La falta de gravedad les jugó una mala pasada. Sus huesos se debilitaron a un ritmo alarmante, perdiendo densidad como si hubieran envejecido décadas en cuestión de meses. Sus músculos se atrofiaron, y sus pies, que no habían soportado peso en casi un año, se volvieron tan sensibles que hasta caminar es un suplicio. “Los callos desaparecen, los pies se sienten como de bebé, pero luego duele hasta pisar el suelo”, explicó un exastronauta.
Corazones deformados y cerebros afectados
Pero lo peor no es lo que se ve, sino lo que ocurre dentro de sus cuerpos. La exposición prolongada a la microgravedad y la radiación espacial ha alterado su sistema circulatorio y cardíaco. Sus corazones se volvieron más esféricos y débiles, aumentando el riesgo de insuficiencia cardíaca. Su visión también sufrió: el desplazamiento de líquidos en el cuerpo hace presión sobre el nervio óptico, causando problemas de vista que pueden ser permanentes.
Y el cerebro tampoco se salva. El aislamiento y la falta de estímulos generan estrés extremo, fatiga mental y hasta cambios de humor drásticos. Después de meses en un ambiente artificial, volver a la Tierra es un shock que su sistema nervioso tarda en procesar.
Radiación, mutaciones y el riesgo de cáncer
Además de todo esto, hay un enemigo invisible: la radiación espacial. Durante su estancia en la estación espacial internacional, Williams y Wilmore recibieron dosis de radiación cientos de veces mayores que en la Tierra. ¿El resultado? Un aumento en el riesgo de desarrollar cáncer y enfermedades degenerativas.
Para colmo, su sistema inmunológico está por los suelos. El contacto con virus y bacterias terrestres, después de meses en un ambiente estéril, puede provocar infecciones inesperadas. “Tienen que lidiar con su regreso a la Tierra, con todos los gérmenes y bichos que aquí damos por sentado”, explicó un especialista.
La misión más difícil: volver a la normalidad
Ahora comienza el verdadero desafío: recuperarse. La NASA ha puesto a los astronautas en un estricto programa de rehabilitación que durará meses, e incluso años en algunos casos. Mientras intentan recuperar su fuerza y equilibrio, queda una pregunta en el aire: ¿realmente estamos listos para misiones espaciales de larga duración? Si 9 meses en órbita dejaron estas secuelas, ¿qué pasará cuando enviemos humanos a Marte, un viaje de al menos 3 años?
Williams y Wilmore son solo los últimos en vivir esta pesadilla. Cada nueva misión deja más claro que el espacio no es para débiles, y que la exploración espacial tiene un costo altísimo, no solo en dinero, sino en el propio cuerpo humano.