Lo que parecía un comienzo humilde se transformó en una historia de ascenso social y éxito, que la llevó a convertirse en parte de la élite neoyorquina.
Originaria de Tong, en la isla de Lewis (Escocia), Mary Anne llegó a Nueva York a los 18 años. A pesar de la imagen popular de que viajaba como turista, los registros de inmigración indican que su intención era quedarse a vivir en EE.UU. de forma permanente. Embarcó en el barco Transilvania con una visa de inmigrante y aterrizó en la Gran Manzana con la esperanza de hacer una vida mejor.
Al principio, trabajó como empleada doméstica, un oficio que, aunque modesto, le permitió mantenerse en el país y comenzar a tejer una nueva vida. No fue fácil, pero Mary Anne nunca dejó de soñar. Vivió en un departamento de Queens, en una zona de clase trabajadora, y con el tiempo, la suerte y su ambición la llevaron a entrar en los círculos más exclusivos de Nueva York.
Una mujer con ambición y visión
Contrario a lo que uno podría pensar, Mary Anne no fue una mujer conformista. Con el paso de los años, su vida se convirtió en un reflejo de lo que se necesita para triunfar en un país como EE.UU.: astucia, trabajo duro y, claro, las conexiones correctas. En 1936, la inmigrante escocesa se casó con Fred Trump, el exitoso constructor que le dio cinco hijos, incluido Donald.
A lo largo de su vida, Mary Anne se destacó no solo por su familia, sino por su contribución a la comunidad. Se involucró en diversas actividades caritativas, como el Hospital Auxiliar de Mujeres de Jamaica y la Fundación Nacional del Riñón de Nueva York/Nueva Jersey, dejando un legado que continúa con su nombre en pabellones y edificios.
¿Un ejemplo de lo que critica su hijo?
La historia de Mary Anne se entrelaza con la de su hijo Donald, quien ha sido conocido por su discurso anti-inmigrante, aunque su propia madre fue una inmigrante. Si bien Donald Trump ha sostenido que su madre llegó como turista, los registros de aduana muestran que ella tenía la intención de quedarse en el país desde el principio. Y, al final, no solo lo hizo, sino que logró un lugar destacado en la sociedad neoyorquina.
Lo que comenzó como un viaje con pocos recursos y muchas aspiraciones terminó en una historia de éxito rotundo. Aunque Mary Anne vivió sus últimos años como una mujer “tradicional” y ama de casa, según Donald Trump, su impacto fue mucho más allá de su hogar. A su muerte en 2000, la prensa la recordó como una filántropa, siempre apoyando causas sociales y dejando su huella en la ciudad que la acogió.
Así que, de llegar a EE.UU. con solo $50 a ser parte de la alta sociedad de Nueva York.