El resultado de las elecciones generales del próximo domingo en España es un misterio.
Una parte importante del electorado sigue indeciso, los partidos tradicionales se han diluido y el auge de un partido populista ha dividido a la derecha.
Esta será la tercera vez que el país vote en unos comicios parlamentarios en menos de cuatro, y no hay señales de que la incertidumbre vaya a disiparse pronto.
El presidente del gobierno, el socialista Pedro Sánchez, espera obtener un fuerte respaldo en las urnas para mantenerse en un cargo que asumió hace 11 meses luego de una moción de censura que derrocó a su predecesor, el conservador Mariano Rajoy.
Sin embargo, alrededor de un tercio de los encuestados antes de la última semana de campaña no tenían claro a quién votarán.
Vox, recién llegado al panorama nacional, parece convencido de lograr respaldos suficientes para entrar al Congreso de los Diputados, la cámara baja del parlamento español, que tendría los primeros legisladores de extrema derecha desde la década de 1980. Un buen desempeño de Vox sería crucial para la capacidad de otros dos partidos de centroderecha para formar una coalición mayoritaria para arrebatarle el gobierno a Sánchez.
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Sánchez instó a los votantes que se alejaron del Partido Socialista (PSOE) en los últimos años a volver a confiar en el partido más antiguo del país para “que estos tres (de la derecha) no sumen al próximo domingo”.
Si Vox supera las previsiones en las encuestas, España podría terminar con cinco grandes partidos. Una encuesta publicada por el gobierno, realizada entre 16.194 votantes, arrojó que los socialistas de Sánchez obtendrían un 30% de los votos, el conservador Partido Popular el 17%, la formación de centroderecha Ciudadanos el 13%, la de izquierda Unidas Podemos el 12% y Vox, el 11%.
Todas las encuestas publicadas por medios privados españoles contemplan la victoria del PSOE por primera vez desde 2008.
“Estamos muy cerca de que después de 11 años el Partido Socialista vuelva a ganar unas elecciones”, manifestó Sánchez. “Estamos muy cerca de que ofrezcamos a los españoles un horizonte de estabilidad, de un país que tiene que caminar hacia más justicia social, hacia más convivencia y hacia la limpieza en la forma de hacer la política”.
En 2008, los socialistas y su némesis ideológica, el conservador Partido Popular, obtuvieron en conjunto el 82% de los votos. El voto combinado a las dos formaciones, que dominaron el panorama político español en las tres últimas décadas, bajó al 50% en los comicios de diciembre de 2015. En el periodo intermedio, la crisis económica global golpeó especialmente a España y contribuyó al nacimiento de Ciudadanos y Unidas Podemos.
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La fragmentación ha hecho que los gobiernos españoles sean mucho más frágiles y cortos.
El actual ejecutivo socialista y su predecesor, del Partido Popular y que comandó el país entre 2016 y 2018, estaban respaldados por una minoría en el parlamento. Sánchez se vio obligado a convocar las elecciones anticipadas del domingo al no obtener los apoyos suficientes para sacar adelante los presupuestos el pasado febrero.
"En el futuro inmediato en España, los partidos tendrán que forjar acuerdos”, señaló Andrew Dowling, experto en política contemporánea española en la Universidad de Cardiff en Gales. “No creo que haya indicios de que ningún partido pueda ganar en solitario. Debemos recordar que hasta 2004 y 2008 los socialistas podían lograr el 42% de los votos. Están muy lejos de volver a ese momento”.
Dos noches de debates televisados dieron a los candidatos tiempo suficiente para intercambiar agrios ataques e intentar convencer a los indecisos. Pero antes de las elecciones se ha hablado más de las alianzas postelectorales que de los programas políticos.
Pablo Iglesias, el líder de Unidas Podemos, fue elogiado por mantener un tono moderado y por su defensa de la Constitución durante uno de los debates, en contraposición con su encendida retorica revolucionaria de campañas anteriores. Iglesias mostró abiertamente su disposición a negociar para gobernar con los socialistas.
El escenario ideal de Sánchez contemplaría lograr un apoyo fiable de 176 de los 350 diputados del Congreso gracias a los socialistas, a la formación de Iglesias y a los parlamentarios moderados del Partido Nacionalista Vasco.
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Si no alcanza la mayoría por esta vía, Sánchez podría tener que volver a acercarse a los independentistas catalanes, que ya demostraron ser un socio poco confiable. Los secesionistas de la cámara estatal votaron en contra del proyecto presupuestario del gobierno luego de que Sánchez se negó a autorizar un referéndum sobre la independencia de Cataluña.
La posibilidad de que el candidato del Partido Popular, Pablo Casado, se convierta en el próximo presidente del gobierno descansa en que sus candidatos derroten a los de Ciudadanos y luego alcancen un pacto con la formación de centroderecha para formar una coalición. Si los representantes de Vox les prestan su apoyo, el ejecutivo PP-Ciudadanos podría sumar una mayoría parlamentaria.
Casado, el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, y el de Vox, Santiago Abascal, han competido por mostrar la postura más firme para enfrentar a los políticos separatistas de Cataluña. Una fallida declaración de independencia en la región nororiental en 2017 sumió a España en una profunda crisis política.
Las tres formaciones de derecha acusaron a Sánchez ser débil con respecto a Cataluña por iniciar un diálogo con líderes independentistas de la región.
PP, Ciudadanos y Vox se unieron para derrotar al PSOE de Sánchez en las elecciones en Andalucía, una región del sur del país que era un bastión histórico del socialismo, el pasado diciembre. Esos comicios colocaron a Vox en el panorama político español. La formación de extrema derecho basó su campaña en el freno a la inmigración ilegal, la protección de las tradiciones españolas como los toros y en castigar a Cataluña asumiendo el control del ejecutivo autonómico.
Ahora, los tres partidos compiten por ver cuál de ellos puede desempeñar un papel similar en el conjunto del estado.
”Creo que lo que decidiremos el domingo es quién es el ganador en la derecha”, señaló Dowling. "Para los votantes de derechas será una decisión entre la cabeza y el corazón”.