Yovanny Jadiel López sobrevivió apenas lo suficiente para no ser una estadística sin nombre. Su vida fue muy corta. Tras ser arrancado del vientre de su madre por dos mujeres latinas que la asesinaron, murió el viernes pasado.
La familia de la joven Marlen Ochoa de 19 años no ha encontrado consuelo desde el asesinato de su hija. Ahora, el reporte de una agencia parece truncar su única esperanza de que se tomaran medidas para evitar que otro bebé pueda ser robado.
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Este martes, el Departamento de Salud Pública de Illinois exoneró al hospital donde fue atendido el bebé que fue arrancado de Ochoa a los nueve meses de embarazo.
El reporte indica que el hospital Advocate Christ cumplió con los protocolos correspondientes y no necesita presentar un plan correctivo.
Yovanny había sido mantenido vivo en este hospital del suburbio de Oak Lawn (Illinois) desde su nacimiento el 23 de abril, cuando de un tajo lo sacaron del vientre de su madre después de que la estrangularan. La falta de oxígeno le causó severos daños cerebrales, de los que no habría de reponerse.
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Conocido el resultado del informe el centro médico emitió un comunicado en el que agradeció a la agencia estatal por su "exhaustiva" revisión, que muestra que "la atención médica proporcionada y las acciones tomadas por nuestro personal fueron apropiadas".
No fueron de la misma opinión los familiares de la víctima, quienes hoy pidieron una nueva investigación y clamaron por nuevas leyes que prevengan que recién nacidos lleguen a un hospital en manos de “criminales como Clarissa Figueroa”, una de las detenidas por el asesinato de la madre.
“(La investigación) es unilateral. No hay duda que el 23 de abril de 2019 ocurrieron errores en este hospital. Había alertas por todas partes”, señaló Julie Contreras, una activista y vocera de la familia Ochoa.
Ochoa fue asesinada por una madre e hija latinas que la atrajeron a una casa en el suroeste de la ciudad con la promesa de donarle ropas, un carrito, entre otros elementos.
Allí la estrangularon y le arrancaron el bebé del vientre, que después una de ellas intentó pasar como propio.
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Clarisa Figueroa, de 46 años, y su hija Desiree, de 24, fueron acusadas formalmente de homicidio en primer grado, mientras que el novio de Clarisa, Piotr Bobak, de 40 años, fue acusado de ocultar un homicidio.