Corrían los tempranos años de la década de los 60 del siglo pasado cuando una pequeña niña soñaba en medio de un paraíso tropical, la siempre bella provincia de Bocas del Toro en Panamá. ¿Fantaseaba sobre historias de príncipes y princesas? Tal vez sí o tal vez no, pero vivía su niñez como la de cualquier otro y era feliz.
Lejos estaba de pensar la niña Ángela Gisela Brown de que en la vida por muy difícil que parezca hay sueños que se convierten en realidad. Con el pasar de los años esta pequeña afrodescendiente de en ese entonces una de las provincias más apartadas del país, emigró hacia una enorme ciudad, la capital del mundo Nueva York, donde con esfuerzos propios y de sus padres Javier Francisco Brown(ya fallecido) y Silvia Maritza Burke termino su escuela secundaria y logró ser entrar a sus estudios superiores alcanzando ser una gran profesional del diseño de modas de la prestigiosa Parsons School of Design, recibiendo inclusive codiciados reconocimientos como el Premio Oscar de la Renta.
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La panameña llegó a crear su propia línea de ropa la A Brown, colaborando con las grandes de este segmento como la húngara Adrienne Vittadini siendo muy reconocida en las grandes capitales europeas por sus diseños. Aunque hasta ese momento la fortuna parecía haberle sonreído en grande a la joven profesional bocatoreña, su vida dio un verdadero giro de 180 grados a finales del siglo pasado cuando conoció, se comprometió y contrajo matrimonio con un príncipe. Sí señores, un príncipe como sucede en los cuentos de hadas con los que muchas niñas suelen soñar.
Fue finalmente un 29 de enero del año 2000 cuando una mujer negra panameña hizo historia, una historia que quizás mucho de sus compatriotas desconocen, ella se convirtió en la primera afrodescendiente en entrar triunfalmente en una monarquía europea. Muchos años antes de que la actriz Meghan Markle soñara con ingresar a la realeza del Reino Unido, otra mujer orgullosamente de ascendencia africana le había abierto el hasta ese momento impenetrable camino. Ángela Gisela Brown, bocatoreña de nacimiento se casó con el príncipe Maximiliano del pequeño pero próspero principado de Liechtenstein, y pasó a ser la princesa Ángela, ostentando los títulos reales de Su Alteza Serenísima y condesa de Rietberg. Hoy tras más de dos décadas de su matrimonio, tiene un único hijo con su esposo Maximiliano, su hijo el príncipe Alfonso, próximo a cumplir los 19 años, sexto en la línea de sucesión al trono, después de su tío Alois, sus primos Joseph Wenzel, Georg y Nikolaus, y su propio papá. Su color de piel y su nacionalidad que lleva con mucho orgullo, nunca fueron un obstáculo en su relación donde la realeza del Principado siempre la ha valorado y querido por ser un excelente ser humano, una “pana” de pura cepa.
En este mes del Orgullo de la Etnia Negra, una historia de superación de una afrodescendiente panameña que hizo historia y que nos demuestra que las barreras por muy altas que parezcan se pueden derribar.
Ángela su esposo y su hijo suelen visitar de manera regular el país donde se le ha visto mucho en Pedasí y en Puerto Escondido donde tienen una propiedad. Un cuento de hadas a la panameña que inspira a muchos a soñar, tal vez no con reinos físicos de príncipes y princesas sino en romper paradigmas y alcanzar las metas llevando con orgullo nuestra raza, orígenes pero sobre todo nuestro valor como seres humanos.