La monarquía japonesa se encuentra en un momento crítico, donde el debate sobre la posibilidad de que una mujer herede el Trono del Crisantemo ha cobrado fuerza. Este tema ha resurgido tras un informe de la ONU y el avance del movimiento feminista en Japón, que incluye iniciativas como el #KuToo, que protesta contra la obligación de usar tacones en el trabajo.
La Casa Imperial japonesa se enfrenta a un contexto de machismo estructural, donde las mujeres no solo son excluidas de la sucesión al trono, sino que también pierden su estatus al casarse con plebeyos.
La ONU ha instado a Japón a revisar su legislación sobre género y la Ley de la Casa Imperial, recomendando cambios que permitan una mayor igualdad. Históricamente, Japón ha tenido emperatrices, pero la ley actual solo permite que un hombre de linaje paterno ocupe el trono. La presión social aumentó tras el nacimiento de la princesa Aiko, hija del emperador Naruhito, ya que se esperaba un heredero varón que nunca llegó. Actualmente, el heredero es Fumihito, hermano menor de Naruhito, quien tiene un hijo varón, Hisahito.
Recientemente, el gobierno japonés ha respondido a las recomendaciones de la ONU suspendiendo financiamiento al Comité de la ONU para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer y cancelando visitas programadas del comité. Este enfrentamiento refleja la resistencia del gobierno japonés a los cambios propuestos en una institución profundamente arraigada en tradiciones milenarias.