La estadounidense Jasmine Tookes es una de las modelos más cotizadas del mundo y desde el 2014 forma parte del glamoroso mundo de los ángeles de Victoria’s Secret.
Por eso no es nada de extrañar que su boda haya sido planificada para que fuera de ensueño y por todo lo alto como está acostumbrada desde que despegó en el mundo de las pasarelas. Pero esta unión de la modelo con Juan David Borrero, hijo del actual vicepresidente de Ecuador, Alfredo Borrero, que se realizó el pasado sábado en Quito, la capital ecuatoriana, tiene echando chispas a más de uno en ese país.
Tras haberse dado el sí en los idílicos paisajes del desierto de Utah, en Estados Unidos, y tras más de cuatro años de una discreta relación la pareja decidió que había llegado el momento de casarse y qué mejor lugar que en tierras ecuatorianas, específicamente en su capital Quito, cuyo casco colonial es uno de los tesoros de la humanidad.
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Como es lógico una boda de alto calibre como esta, con figuras tan importantes, atrajo la atención mediática y de mucho público. Pero cuando las cosas parecían seguir el curso esperado de un evento de mucho glamour y figuras elites para copar las portadas de revistas y las secciones especializadas de los medios del mundo surgió algo inesperado. En vísperas de las nupcias, el portal “La Historia”, presentó una carta atribuida a los organizadores de la boda y que estaba dirigida a la municipalidad de Quito.
Los organizadores tenían una serie de exigencias a la municipalidad una de ellas tenía que ver con el público. En buen panameño no querían mirones en la iglesia de San Francisco, lugar de la boda religiosa. Ellos aducían, según la carta publicada por el portal, que la gente podría dañar o llevarse los pedestales de la decoración floral y también por seguridad de sus 300 invitados VIP hospedados en un hotel cercano. por lo que era necesario cercar el perímetro con las barreras metálicas.
Esta primera exigencia les sirvió de muy poco porque igual el día del evento muchos de agolparon en el sitio para ver a la famosa pareja de novios.
Otra petición tenía que ver con salubridad pues “exigían” una limpieza profunda de la plaza adyacente a la iglesia, la que, según ellos, estaba llena de basura y heces de paloma.
Pero lo que más molestó a muchos fue la exigencia de retirar a los indigentes de los sitios aledaños, algo que hasta el gobierno ecuatoriano tildó de “exigencias inaceptables”. Las redes se calentaron de comentarios y muchos opinaban que con esto se pretendía poner un manto a una realidad que se vive la ciudad y que no es exclusiva solo de Quito, sino de muchas urbes del mundo, incluyendo varias del primer mundo.
Hubo quienes intentaron matizar un poco la polémica y opinaron que el problema no era el fondo sino la forma como se hicieron las peticiones a la municipalidad, la que a todas luces denotaba una falta de tacto. Sin embargo otros opinaban que además de lo arriba cuestionado había que agregar el por qué un evento privado pretendía exigir que con fondos públicos de todos los ciudadanos se hicieran adecuaciones para el buen desempeño de la boda.
Lo cierto es que la ceremonia se realizó, hubo mucho glamour, el gobierno ecuatoriano tomó distancia y reprochó las exigencias cuya autoría recayó en Carolina Muzo, la organizadora de bodas, y el país andino espera seguirse consolidando como un destino del turismo de bodas, que antes de la pandemia le dejaba divisas por 150 millones de dólares.