En diciembre de 1972, la aristocracia parisina vivió una noche que quedaría grabada en la historia. El imponente castillo de Ferrières, propiedad del matrimonio Rothschild, se transformó en un escenario surrealista.
Bajo la temática de “cabezas surrealistas”, la baronesa Marie-Hélène y el barón Guy de Rothschild recibieron a la élite social de la época en una cena cuyo despliegue artístico y extravagante no ha dejado de generar teorías y especulaciones.
Entre máscaras de Dalí y escenarios oníricos
El evento, conocido como el Dîner de Têtes Surrealiste, deslumbró con decoraciones inspiradas en Salvador Dalí, quien también diseñó algunas de las máscaras que portaron los invitados.
Las escenas eran sacadas de un sueño: jaulas doradas, muñecas desmembradas y tortugas disecadas adornaban las mesas.
Entre los asistentes, destacaban figuras como Audrey Hepburn, quien llevaba una jaula de pájaros sobre su cabeza, y Salvador Dalí, elegante, pero sin máscara, como el auténtico curador del espectáculo.
El ambiente era aún más cautivador gracias a la iluminación en tonos naranjas y rojos, que según los teóricos de la conspiración, simbolizaban llamas del infierno. La entrada al salón principal requería atravesar un oscuro laberinto, vigilado por sirvientes con máscaras de gato que simulaban ronronear o dormir.
Un menú tan excéntrico como sus anfitriones
El menú era otra obra de arte surrealista. Con nombres como “Sopa extra lúcida” o “Embrollo de cadáver exquisito”, los platos se servían en maniquíes o envueltos en piel negra. Cada detalle era una mezcla entre el lujo más extremo y un guiño a lo absurdo. Los centros de mesa con muñecos desmembrados y las tortugas disecadas parecían reforzar la atmósfera inquietante.
Un legado envuelto en mitos
La familia Rothschild ha sido objeto de teorías conspirativas durante siglos. Desde vínculos con los Illuminati hasta supuestos rituales satánicos, los rumores se alimentaron aún más tras esta icónica fiesta. Sin embargo, historiadores como Mitch Horowitz desmienten la existencia de tales sociedades secretas, asegurando que estas conjeturas carecen de fundamento.
Pese a las controversias, lo que realmente destacó fue la capacidad de Marie-Hélène para reunir a la élite del arte y la cultura en eventos inigualables. Ferrières, que alguna vez fue refugio de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, resurgió como el epicentro del surrealismo bajo su liderazgo.
Ferrières y la perpetuidad del surrealismo
Tres años después de esta famosa gala, los Rothschild donaron el castillo a la Universidad de París. Sin embargo, su legado permanece como un hito de la extravagancia del siglo XX. Esta noche, inspiradora de películas como Ojos bien cerrados de Stanley Kubrick y de modernas galas como las “Illuminati Ball” de Nueva York, sigue fascinando a quienes buscan entender la delgada línea entre la sofisticación y el misterio.
La celebración, recogida por medios como La Nación, no solo fue un festín de surrealismo, sino también una ventana a un mundo de lujo y exclusividad, donde arte, poder y secretos se entrelazaban en cada rincón del château Ferrières.