Se define a sí mismo como un ferviente lector y escritor del género negro (policiaco). El panameño Osvaldo Reyes forma parte de esa nueva generación de las letras panameñas cada vez más reconocidas en el plano local e internacional por su trayectoria.
Médico ginecólogo-obstetra, profesor de obstetricia en la Universidad de Panamá y miembro del Sistema Nacional de Investigadores de Panamá, Osvaldo es un apasionado de la lectura desde edad temprana.
Pasión por la lectura
“Siempre me gustó leer, así que pienso que hay un componente innato. Mis recuerdos más tempranos incluyen la lectura de muchos clásicos de aventura (De la tierra a la luna, Sandokan, Miguel Strogoff, para citar algunos de ellos) y ese amor por los libros fue creciendo con el tiempo”, detalló el escritor.
“Descubrí verdaderos tesoros en la biblioteca de mi escuela, donde conocí las obras de Enid Blyton, una escritora británica de novelas detectivescas juveniles. Su lectura me despertó un voraz apetito por las novelas de misterio, lo que me llevó a la Dama del Crimen (Agatha Christie) y, después de ella, a las voces de cientos de autores del género negro en todo el mundo, indicó el doctor Reyes.
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Usted es médico, una profesión bastante ocupada, ¿cómo combina su trabajo y ese tiempo que se requiere para desarrollar las obras literarias?
Es cuestión de organizarse y de no desperdiciar el tiempo. Aprovecho los minutos/horas mientras conduzco para planear las tramas de los libros que voy a desarrollar o para escuchar audiolibros, cuyas historias son fuentes inagotables de herramientas que pueden ser aprovechadas en futuros relatos. Cuando estoy trabajando en un libro, siempre le dedico el tiempo necesario para escribir, por lo menos, cinco páginas. Generalmente escribo de noche, pero cualquier momento es bueno. Lo importantes es avanzar con la historia. Eso me permite tener ese primer borrador, burdo y lleno de errores, en menos de 5 meses. Después se puede editar, pero todo es más fácil con un manuscrito terminado.
Cualquiera pensaría que por ser médico le atraería escribir sobre temas científicos, cómo definiríamos el género negro y por qué le gusta tanto?
Me atraen los dos temas. Me gusta investigar y escribir artículos científicos. En realidad, es parte de mis funciones como miembro del Sistema Nacional de Investigadores, pero, en mis momentos de ocio, me gusta leer y soy fanático del género negro. Asumo que esa es la razón por la que mis intereses, al momento de plasmar una historia en el papel, se decantan por la literatura criminal. Trato de escribir los libros que disfrutaría encontrarme como lector. En cuanto al género negro, su nombre deriva de dos colecciones de relatos que surgieron de ambos lados del Atlántico. La primera fue la revista Black Mask (Máscara Negra), publicada por primera vez en abril de 1920 en Estados Unidos y su contraparte europea fue la serie Noir, de la editorial Gallimard en Francia (1945). En ambas colecciones publicaron muchos de los escritores que después se convertirían en íconos del género negro (Raymond Chandler, Dashiel Hammett, Horace McCoy, Chester Himes y Jim Thompson, entre otros) y acuñaron un término que atrapó la imaginación de miles de lectores.
En el proceso creativo, ¿usted como escritor intenta meterse en la piel de cada uno de sus personajes?
No se puede evitar. En cada personaje, hasta en los más viles, el escritor pone un pedazo de su mente. De su imaginación. A veces toma sus propias experiencias y las usa tal y como las recuerda, en otras las modifica y en unas pocas las invierte completamente. Eso le permite crear personajes que no existen, pero que para el lector serán tan reales como un vecino o compañero de trabajo.
Háblenos un poco de su obra literaria, ¿cuántas novelas, libros, cuentos, tiene en su palmarés? Descríbanos su más reciente producción.
A la fecha he publicado nueve novelas (El Efecto Maquiavelo, En los umbrales del Hades, Pena de muerte, La estaca en la cruz, Sacrificio, El canto de las gaviotas, El cactus de madera, Asesinato en Portobelo, El experimento Maquiavelo) y tres colecciones de cuentos (Trece gotas de sangre, Trece candidatos para un homicidio y Trece crímenes a la panameña con patacones y café). Varios de ellos han sido reeditados en España. Además, he escrito relatos que forman partes de diferentes antologías (Escrito en el agua, Pólvora y sangre, Homenaje a los clásicos, Revista Mordedor # 2, Círculo de Lovecraft # 9, #11, #14, #15 y #16). Mi último libro es una colección de cuentos titulada “Trece crímenes a la panameña con patacones y café”. Son una serie de relatos con sabor local. Historias ambientadas en Panamá, donde esos pequeños hábitos a los que estamos acostumbrados y a los cuales casi no le damos importancia, son presentados bajo la perspectiva de las consecuencias que los mismos tienen en otras personas.
¿Ha participado con alguna de sus obras en concursos tanto a nivel local como internacional?
Sí, en particular las convocatorias de cuentos. Si me encuentro con una me cuesta trabajo resistir la tentación de participar. Ahora, con el internet, el acceso a los mismos es mucho más fácil, por lo que es solo cuestión de sentarse a escribir. Algunas veces salgo seleccionado, como en las convocatorias del Círculo de Lovecraft (España), la revista Mordedor (Uruguay), la antología “Homenaje a los clásicos” de la revista Solo Novela Negra (España) o el concurso de microrrelatos del festival Guadalajara en Negro. Otras veces no soy seleccionado, pero si eso pasa el cuento queda. Con el tiempo acumulo suficientes historias para una nueva colección.
¿Cómo ve la producción literaria del país?
Muy buena, pero sufrimos del mismo problema que otros países de Centro América. La falta de distribución. Hay autores y obras de una excelente calidad literaria, pero sus palabras no atraviesan las fronteras de los países donde fueron publicados. Es más fácil conseguir en Panamá libros de autores del otro lado del Atlántico o traducidos, que de países vecinos con quienes compartimos el mismo idioma. En particular, la literatura negra centroamericana está llena de libros que no tienen nada que pedirles a los éxitos de ventas actuales, pero carecen de seguidores simplemente porque los lectores desconocen de su existencia.
En su opinión, ¿es cierta aquella frase de que el panameño no lee, o es una realidad que ha ido cambiando?
Por supuesto que lee. Todo depende de a quién le pregunten. He visto, desde que empecé este bregar en el mundo de las letras, un gran interés de los jóvenes por la literatura y eso tiene un valor que pocas veces tomamos en cuenta. En mi juventud no había internet. Leer era una de las pocas formas de entretenimiento disponibles. Ahora existen mil formas de pasar el tiempo y que un joven decida un libro por encima de un videojuego, por ejemplo, le da un valor extra al acto en sí. Esas mismas formas de distracción digital son usadas por ellos para compartir su pasión por la lectura. Se encuentran en las redes, organizan círculos de lectura, discuten los libros con un ojo crítico que haría palidecer a Cervantes y se reúnen para debatir. Sentarse a hablar con ellos sobre los personajes de un libro o que te cuestionen las decisiones tomadas en la trama es una experiencia inolvidable y que, como autor, aprecio enormemente.
¿Los medios digitales modernos desplazarán al libro tradicional o hay espacio para ambos?
Comparten espacio. Cada lector tiene sus preferencias. Algunos eligen sostener el libro en físico, otros se sienten más cómodos leyendo de una pantalla o escuchando un audio. Eso es esperado y está bien. El libro se ha adaptado a los tiempos modernos, permitiéndole llegar a todo tipo de personas. A fin de cuentas, lo que importa no es cómo se cuenta la historia, sino la historia. Esa es la belleza del libro, sin importar el formato usado para darle vida.
Su recomendación para quien quiera escribir y no sabe por dónde comenzar, ¿cuál es el primer paso?
Lo primero es leer mucho. El escritor en potencia usa las letras como el pintor usa un pincel. Un verdadero artista es capaz de combinar colores para crear obras de arte y para el escritor es exactamente igual. Cada libro que lea, cada autor que explore, es una nueva combinación de colores en su paleta literaria. Nuevas formas de expresión, de describir una escena, de trabajar un personaje surgirán de este trabajo y ampliarán las herramientas del autor. Es más fácil pintar una flor con un pincel que con una brocha y lo mismo aplica al arte de escribir.