Por su baja estatura es posible que a Roger Deago ningún buscador de talento le haya parado bola durante su adolescencia, pero eso nunca mató la ilusión del herrerano. Más bien lo hizo más fuerte de mente y corazón.
“Por eso no me firmaron cuando tenía 16 o 17. Nadie me hizo pruebas”, comentó Deago en referencia a sus 5′7′' pies de estatura.
Pero lo que Dios no le dio en estatura a Deago se lo compensó en calidad y coraje, atributos que le permitieron transformarse en uno de los mejores lanzadores de su generación.
Desde la categoría Juvenil, Deago empezó a dejar su nombre ganando incluso el premio de Jugador Más Valioso en la campaña de 1995 cuando hizo estragos desde el montículo.
Al año siguiente se establecería ya como uno de los mejores tiradores en la categoría Mayor y también con la Selección Nacional en diversos torneos internacionales.

UNA FIRMA INESPERADA
Y fue precisamente en un evento fuera de fronteras donde la anhelada oportunidad de ingresar al béisbol profesional le llegó a Deago.
Transcurría la Serie de las Américas que se jugaba en México en octubre del 2002. En aquel certamen Deago enfrentó dos veces a la escuadra de Estados Unidos lanzándole 9.0 episodios en blanco en el primer juego y luego dos días después 3.0 episodios más como relevo también en cero, actuación que llamó la atención del ‘scout’, Matt Fishman.
“Él se acercó al dogout de nosotros y por intermedio del profe (Eduardo) Thomas que hizo la traducción preguntó si yo estaba con alguna organización y le dije que no”, recordó Deago en conversación este domingo con Mi Diario.
“Me preguntó que cuánto yo pedía por firmar y le respondí que lo único que me interesaba era la oportunidad”, agregó el zurdo.
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Fishman quien trabajaba con los Padres de San Diego contrató a Deago por un bono de 4 mil dólares. El pacto incluía una invitación al campo de entrenamientos para tratar de hacer el equipo de Doble A de cara a la campaña 2003 y en el peor de los casos el panameño sería enviado al elenco de los Diablos Rojos de México.
DE CHITRÉ A NUEVA YORK
Su ímpetu y madurez fueron quizás las principales armas de Deago en sus primeras semanas en la pelota profesional pues acumuló marca de 4-0 en menos de un mes antes de que se diera el esperado llamado. Sí, el hijo de Rubén e Ilsa iba camino a las Grandes Ligas a escasos días de cumplir 26 años.
Ese grandioso paso Deago lo dio en una fecha como hoy, 10 de mayo del 2003 apenas dos meses después de haber lanzado para Coclé en el Torneo Mayor. El escenario fue el ya desaparecido Shea Stadium y los rivales, los Mets de Nueva York.
“Ya son 17 años hoy de ese juego en el Shea Stadium de Nueva York. Recuerdo que mi primer pitcheo fue por todo el centro del home”, comentó el izquierdo a quien el periodista José Pineda ya había bautizado como ‘el Dragón’.

“Estaba tranquilo pues había lanzado en torneos nacionales e internacionales con estadios lleno. Además tenía un catcher de experiencia como el boricua Mike Rivera y aunque tenía el reporte de los bateadores me dejé llevar de él lo que me dio buenos resultados pues dejé el juego empate”, agregó.
Para ser más exactos, esa tarde Deago lanzó 6.0 episodios en los que le dieron 5 hits, le anotaron 2 carreras, boleó a 3 y ponchó a 4. Más tarde los Mets empatarían el juego y lo ganarían en episodios extras gracias a un jonrón del hoy Salón de la Fama, Mike Pizza.
Cinco después, Deago cumplió su segunda salida en esta ocasión en San Diego contra los Bravos de Atlanta. Allí trabajó 4.1 episodios en los que le dieron 6 hits (incluyendo doble y triple), le anotaron 7 carreras, boleó a 5 y ponchó a 6. Cargó con la derrota en el duelo que terminó 15 a 6.
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Tras esa última salida, Deago fue enviado a ligas menores y aunque se mantuvo seis campañas más en ligas menores, la última de ella con los Rays de Tampa nunca más recibió otro chance en el ‘Big Show’.
Desde el 2009 hasta el 2015 siguió lanzando en los campeonatos nacionales. Tras su retiro se ha mantenido trabajando como coach de pitcheo y enseñándole a los niños no solo el arte de lanzar, sino que todo sueño es posible de alcanzar sin importar cuánta atención te presten quienes no te crean capaz de hacer algo.