Sumérgete en la historia de un hombre cuyo nombre resonará eternamente en los anales de la lucha grecorromana. Alexander Karelin, conocido como “el oso ruso” o “Alexander el grande”, no solo fue un luchador excepcional, sino una fuerza imparable que dominó el tapiz con una destreza inigualable. Desde sus humildes comienzos hasta sus impresionantes récords, su legado trasciende generaciones, inspirando a futuros atletas a alcanzar nuevas alturas.
En 1981, el destino se cruzó con el joven Alexander Karelin, un niño de 14 años que capturó la atención del renombrado entrenador Viktor Kouznetsov. Con una estatura de 1,74 metros y 78 kilogramos, Karelin demostró un potencial sin igual. Su viaje hacia la grandeza estaba trazado desde su nacimiento, donde su peso casi legendario de siete kilogramos presagiaba su futuro como un gigante en el mundo de la lucha grecorromana.
Desafiando adversidades y superando lesiones, Karelin emergió como un coloso de 1,92 metros y 130 kilogramos. A pesar de fracturas, conmociones cerebrales y lesiones, su determinación era inquebrantable.
El dominio de Karelin en el tapiz era absoluto. Durante 13 años, ningún oponente pudo igualar su destreza. Su técnica aparentemente primitiva, conocida como el “Karelin lift”, desafiaba la lógica al levantar a oponentes de más de 100 kilogramos y lanzarlos con fuerza descomunal, dejándolos K.O.
Entre los momentos memorables de su carrera se destacan hazañas como ganar el campeonato mundial de 1993 en Estocolmo, a pesar de sufrir lesiones graves, y triunfar en el campeonato de Budapest de 1996 con un brazo prácticamente inutilizado.
Los números de Karelin hablan por sí mismos, confirmando su supremacía en la lucha grecorromana:
Entre 1987 y 2000, no conoció la derrota.
De 1994 a 2000, no cedió un solo punto en combate.
Acumuló 887 victorias y solo 2 derrotas en su carrera.
Conquistó múltiples campeonatos nacionales e internacionales, incluyendo tres medallas olímpicas.
Aunque su legado estaba firmemente arraigado en la lucha grecorromana, Karelin también incursionó en las artes marciales mixtas (MMA), demostrando su versatilidad y habilidades al adaptarse a un nuevo entorno competitivo, ganó en su única pelea de artes marciales mixtas contra el campeón, el japonés Akira Maeda.
A pesar de su casi impecable historial, Karelin sufrió dos derrotas notables en su carrera. La primera fue en el campeonato mundial de 1989, donde fue derrotado por el luchador soviético David Gobedjishvili en los cuartos de final. La segunda y más famosa derrota fue en los Juegos Olímpicos de 2000, donde perdió ante el luchador estadounidense Rulon Gardner en la final, poniendo fin a su increíble racha de victorias y obteniendo la medalla de plata.
Alexander Karelin no solo fue un atleta excepcional, sino un símbolo de perseverancia y excelencia deportiva. Su legado perdurará como un faro de inspiración para generaciones venideras, recordándonos que con determinación y habilidad, ningún desafío es insuperable.