Cuando diciembre se asoma, no solo llegan las luces, villancicos y el aroma del pino, también se enciende un debate que parece tan tradicional como el propio tamal panameño:
¿Debe llevar pasitas o no?
El tamal, ese tesoro envuelto en hojas de bijao, es un símbolo de las festividades panameñas. Preparado con masa de maíz, carne de cerdo o pollo, y una mezcla de especias que varía según la receta familiar, su esencia reside en los detalles. Pero hay un ingrediente que divide opiniones como pocos: las pasitas.
El equipo “Sí a las pasitas”
Los defensores de las pasitas argumentan que su dulzura equilibra el sabor salado y especiado del tamal. Para muchos, cada mordisco con un toque dulce se siente como un guiño inesperado que celebra la mezcla de sabores que caracteriza la cocina panameña.
El equipo “No a las pasitas”
En el otro lado del espectro están quienes consideran las pasitas como una intrusión innecesaria. Para ellos, un tamal tradicional debe mantener su esencia salada y especiada. Alegan que las pasitas “arruinan la experiencia” y algunos hasta las ven como un “trauma navideño” que heredaron desde la infancia.
La raíz del debate
Este enfrentamiento culinario no es exclusivo de Panamá. En otras culturas de América Latina, los tamales también incluyen ingredientes como aceitunas, chiles o incluso frutas secas. Sin embargo, en Panamá, el tamal con pasitas o sin ellas se ha convertido en una cuestión de identidad y tradición familiar.
¿Un tamal para todos?
Hoy día, muchas familias optan por preparar ambas versiones para complacer a todos en la mesa. Otros han decidido innovar con tamales más modernos, agregando queso, mariscos o ingredientes gourmet, dejando las pasitas como una cuestión secundaria.
Y tú, ¿eres del equipo “pasitas sí” o “pasitas no”? Quizás la verdadera magia del tamal panameño esté en su capacidad de reunirnos en torno a la mesa, más allá de nuestras diferencias.
Déjanos tu opinión: ¿Cómo prefieres tu tamal este diciembre?