Disney, la “fábrica de los sueños”, ha conquistado el corazón de millones alrededor del mundo, pero detrás de sus coloridos castillos y canciones inolvidables, se esconde una realidad que pocos quieren ver: una máquina capitalista que exprime tanto a sus trabajadores como a los consumidores.
De vender periódicos al imperio del ratón
La historia de Walt Disney es el típico “sueño americano”: un joven humilde que pasó de repartir periódicos a construir un imperio. Pero, como todo gigante, Disney tiene sus sombras. Desde acusaciones de machismo en sus primeras princesas hasta la publicidad subliminal en sus películas, su historia está llena de controversias.
Aunque la compañía ha tratado de adaptarse a los tiempos modernos (como hacer a Ariel negra en la próxima adaptación de La Sirenita o mostrar mujeres fuertes y valientes), no todo es tan mágico como parece. Mientras las taquillas revientan con remakes y sagas, los trabajadores detrás del “lugar más feliz del mundo” apenas pueden llegar a fin de mes.
Trabajar para Mickey: el precio de la magia
Un informe reciente reveló que más del 85% de los empleados de Disneyland Anaheim (California) enfrentan problemas económicos graves: falta de vivienda, inseguridad alimentaria y sueldos miserables. En Asia, la situación es aún peor: fábricas proveedoras de juguetes para Disney han sido acusadas de explotar a menores de 14 años, obligándolos a trabajar 79 horas semanales por salarios de hambre.
Mientras tanto, la compañía continúa recaudando miles de millones. En 2019, cuatro de sus películas —Avengers: Endgame, Capitana Marvel, Toy Story 4 y Aladdin— generaron más de 4.300 millones de euros en taquilla. Pero, ¿dónde queda ese dinero cuando sus trabajadores no pueden pagar un alquiler?
Disney y el monopolio del entretenimiento
El problema no se limita a sus parques temáticos. Como señala Owen Gleiberman en Variety, Disney no solo controla la nostalgia, sino también el futuro del entretenimiento. Marvel, Star Wars, Avatar... todo está bajo su dominio. Esto no es solo poder; es un monopolio que elimina la innovación, como denunció The Guardian.
En su lugar, la empresa prefiere reciclar sus éxitos. Cada año nos ofrecen un “nuevo” remake de clásicos que ya eran perfectos. ¿El resultado? Más dinero para las arcas del ratón, menos espacio para historias originales.
Banksy y el anti-Disneyland
El artista Banksy, conocido por su crítica al capitalismo, no dejó pasar la oportunidad de atacar a la compañía. En Dismaland, su parque de atracciones macabro cerca de Bristol, recuerda a los visitantes que “la vida no es un cuento de hadas”. Allí, su famosa obra con Mickey Mouse y Ronald McDonald de la mano de la niña del Napalm es un recordatorio brutal del lado oscuro del entretenimiento.
¿Hakuna Matata?
Disney nos enseña a creer en sueños y a cantar Hakuna Matata, pero para sus trabajadores y críticos, la realidad es otra. El monopolio del ratón no muestra signos de desacelerar, y aunque seguimos disfrutando de sus películas y parques, no podemos ignorar la sombra de injusticia que se cierne detrás del brillo mágico.
Tal vez el verdadero mensaje de Disney sea más simple de lo que pensamos: sí, hasta una “rata” como Aladdín puede llegar lejos, pero solo si está al lado del ratón correcto.