¿Podría el nuevo coronavirus haber sido desarrollado en un laboratorio militar como un arma biológica?
Mientras Washington y Pekín intercambian acusaciones por iniciar artificialmente el mortífero brote, un grupo de investigadores ha determinado que el virus es producto de la evolución natural, refutando así ese tipo de teorías de conspiración.
Los coronavirus son un extenso grupo de patógenos responsables de diversos tipos de enfermedades, algunas de ellas severas, como en el caso de los brotes del SARS en 2003 y el MERS en 2012, que se originaron en China y en Arabia Saudita, respectivamente.
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El pasado 31 de diciembre, las autoridades chinas informaron a la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre la presencia de una nueva y desconocida cepa de coronavirus, y poco tiempo después la secuencia completa de su genoma fue descifrada por científicos del país asiático.
La ‘corona’ del virus
Con ayuda de estos datos, los autores del nuevo trabajo —publicado ayer en la revista Natural Medicine— analizaron los patrones de las proteínas de espiga en la superficie del coronavirus, gracias a las cuales este debe su nombre y que le sirven para adherirse y penetrar las paredes externas de las células humanas y animales.
Los científicos se enfocaron en dos características claves de las espigas: el dominio de unión al receptor (RBD), una especie de gancho con el que el virus es capaz de adherirse a la pared celular, y el sitio de escisión, que funciona como un 'abrelatas' que le permite abrirse e invadir a la célula secuestrada.
Selección natural
De esta manera, observaron que la porción del RBD de las proteínas de espiga ha evolucionado para atacar con mayor efectividad el receptor ACE2 de las células humanas, responsable de regular la presión arterial. Y concluyeron que no se podía tratar del resultado de una manipulación genética, sino de la selección natural.
Asimismo, encontraron diferencias sustanciales entre la estructura molecular general de todos los coronavirus conocidos con la del SARS-CoV-2, el cual resultó similar a las cepas detectadas en murciélagos y pangolines.
“Comparando la información disponible sobre la secuencia genómica de las cepas conocidas del coronavirus, podemos determinar firmemente que el SARS-CoV-2 se originó por procesos naturales”, declaró Kristian Andersen, profesor de inmunología y microbiología del Instituto de Investigación Scripps (EE.UU.) y autor principal del estudio.
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Dos escenarios de origen
"Estas dos características del virus, las mutaciones en la porción RBD de la proteína de espiga y la distintiva [estructura molecular], descartan la manipulación de laboratorio como potencial origen para el SARS-CoV-2", concluyó.
Por último, los autores de la publicación señalan dos posibles escenarios del origen del virus: en el primero, el patógeno evolucionó hasta su estado actual transmitiéndose entre huéspedes animales antes de infectar al paciente cero; el otro, en cambio, supone que el SARS-CoV-2 evolucionó directamente en el organismo humano antes del comienzo del brote.
Los científicos reconocen que actualmente es virtualmente imposible determinar cuál de las dos variantes es más probable. Pero advierten que en el caso de que el SARS-CoV-2 haya pasado de los animales a la población humana en su versión actual, es de esperar que los brotes se repitan en el futuro.