Al escribir estas líneas faltan apenas horas para el comienzo de la campaña electoral. Espero equivocarme pero debo asumir con bastante fundamento, que vamos a escuchar muchas de esas frases huecas y grandilocuentes que no dicen nada, promesas de soluciones mágicas a los grandes desafíos que tenemos (por supuesto sin explicarnos cómo lo van a conseguir) y descalificaciones personales que encierran en muchos casos la falta de ideas o propuestas para debatir.
Está en nosotros decidir cómo vamos a reaccionar frente a esta realidad, y me atrevería a decir que tenemos en esencia dos opciones. Dos alternativas que son totalmente opuestas, pero que, paradojas del idioma, suenan muy parecidas ya que tienen solo una letra de diferencia: Civismo y cinismo.
La primera nos habla de una decisión criteriosa y responsable, un voto informado que refleja su valor, mientras que la segunda implica el desinterés, el resignarnos a pensar que son todos lo mismo y que nada va a cambiar. Civismo o cinismo. Un dilema existencial que puede hacer toda la diferencia en las próximas elecciones, reducido a la distinción de una letra.
Es que la similitud de ambas palabras se presta a confusión. Así nos ocurrió de hecho hace un par de semanas en una reunión que los comités ecuménico e interreligioso sostuvimos con la Junta Nacional de Escrutinio. La acústica del salón no era buena, el micrófono ayudaba pero solo un poco, por eso cuando hablábamos de ciudadanía y participación, un miembro del comité tomó la palabra y nos pareció escuchar que dijo: “Ante esta contienda electoral, lo que realmente nos debe preocupar es el civismo”. Inmediatamente todas las miradas se clavaron en él intentando ver si logramos comprender lo que había querido decir. Después de unos segundos de tensa espera prosiguió: “Si, el cinismo, el desprecio de lo que representa la democracia para nuestra sociedad”. Vaya susto por una letra.
Aclarada la confusión, de manera magistral quedaba expresada la antítesis;. y de forma más evidente aún la necesidad de realizar un esfuerzo para desarticular el cinismo a punta de civismo.
Y en eso creo que coincidimos la gran mayoría de los habitantes de este bello país. Cada cual desde su trinchera promoviendo la participación ciudadana, haciendo docencia sobre el proceso electoral, estimulando el voto criterioso y garantizando la transparencia de las elecciones y el registro de cada voto emitido.
Mi humilde recomendación: Infórmate, pregunta, evalúa. Rechaza las falsas promesas y aléjate de quienes pretenden conseguir tu apoyo a cambio de un regalo. Tu voto es valioso. Haz que exprese tus ideales y tus convicciones. Vota con esperanza, convencido que en esa acción, multiplicada por la de los más de tres millones de votantes, se expresa la voluntad de un pueblo soberano que aspira a construir un mejor futuro.
Y algo más. Vota persuadido que estas votando por quien crees que vale la pena votar, para así también botar a quien merece ser botado. Después de todo, una pequeña letra puede hacer una gran diferencia.