A tan solo días de que se cumpla el primer año de Thomas Christiansen al mando de la selección panameña, le ha tocado afrontar una Copa Oro, que puede ser el mejor ensayo posible de cara a la fase final de las eliminatorias, aunque esto signifique mostrar las armas a los siete rivales.
El debut contra Catar fue un cortometraje con un final de película nominada a un premio de la Academia. Tanto así que el resto de la Concacaf deliró con la montaña rusa de emociones de 90 minutos en Houston.
Desde casos de covid-19 hasta lesiones por aparentes sobrecargas de entrenamientos, a un 3-3 histórico por estar tres veces en desventaja.
Thomas gozó en teoría de tiempo suficiente -unas dos semanas- para preparar el partido contra el vigente campeón de Asia, pero se tuvo que despedir en el camino de Amir, Cecilio, Aníbal y Andrade, siendo tres de ellos titulares indiscutibles, y poniendo a reto la clara falta de profundidad en el equipo nacional, que tras la Copa Mundial de la FIFA dijo adiós a una histórica legión de seis futbolistas, seis líderes.
Lo atropellado que fue esto le hizo llamar a aquellos futbolistas maduros como Blackburn o Miller, que en el pasado ocuparon puestos secundarios en los equipos de Julio y Bolillo. Volvió Cooper, ausencia inexplicable y la revancha de Ayarza.
Los elementos de drama incluyeron en las horas previas un aguacero con actividad eléctrica que retrasó el inicio del partido por 110 minutos. La calma antes de la tormenta fue en la primera parte, en el que Panamá se defendió como pocas veces lo hace, a partir de la posesión de la pelota que superó el 60% del tiempo efectivo y hasta con una docena de pases consecutivos en un par de ocasiones. Pero Félix Sánchez, su homólogo en Catar, percibió fragilidad en las transiciones de Panamá, inferioridad en la mitad de la cancha y falta de sincronización en una defensa, compuesta por dos elementos de la LPF.
Su equipo atendió a la charla y bastaron 18 minutos para que una tormenta de arena catarí hiciera tres goles a Panamá, misma cantidad que recibió en el partido amistoso a fin de junio contra la Sub-23 de México.
Cooper y Carrasquilla no hacían una gran muralla preventiva en la mitad, Palacios y Davis fueron permisivos en los lanzamientos desde el costado y en el centro se perdieron las marcas. Ahí iba el primero del partido.
El segundo gol fue excelso porque bastaron dos pases entre líneas para que hubiese un mano a mano contra Mejía, y el tercero fue una marca desesperada en un saque de esquina que ocasionó un penal.
Nota deplorable por el fondo y la forma de los tres goles en contra, pero la contundencia, poco creíble en junio contra Anguila, salió relucir con un doblete del Toro Blackburn, cuando el monstruo de tres cabezas, conformado por Quintero, Bárcenas y Rodríguez, comprendió que el objetivo era el Toro, quien estaba dispuesto a atacar el espacio, buscar los saltos o sacar provecho de su remate a primera intención. Ayarza, actor revelación, consiguió la falta para el penal que convirtió Davis.
Aún hay tela por cortar en esta fase de grupos, pero estoy seguro que este será un día que Christiansen nunca olvidará.