Con la puesta del sol del domingo 25 de septiembre dará comienzo la celebración de Rosh Hashaná. Esta fiesta que dura dos días marca el inicio del año 5783.
Como comenté en la nota anterior de este blog, la tradición judía, siguiendo la narración bíblica, nos enseña que la creación del mundo y la del ser humano ocurrió precisamente en esta fecha hace 5783 años (cifra que debemos entender en forma simbólica y no literal).
Al cumplirse un nuevo aniversario de la creación, Rosh Hashaná es también el día del juicio divino, tal como enseñan nuestros sabios, cada criatura pasa delante de Dios para ser juzgada, para dar cuenta de sus acciones. Nuestro veredicto inicial se proclama en esta celebración y la sentencia definitiva sale diez días más tarde, en Yom Kipur, el día del Perdón. (Nuestro tema de la próxima semana)
Por esa razón el cambio de año se enmarca en un espíritu solemne y reflexivo, de plegaria e introspección. Se nos invita a realizar un “balance del alma”, un profundo análisis de nuestros actos y omisiones, de nuestros aciertos y errores para corregir y mejorarnos. Como afirma la liturgia, el arrepentimiento, la plegaria y las acciones solidarias de ayudar al prójimo permiten demostrar a Dios (y a nosotros mismos) nuestro profundo deseo de reparar, de cambiarnos para ser mejores, de intentar ser una mejor versión de nosotros mismos.
Si tienes un buen veredicto significa que has sido inscripto en el Libro de la Vida.
Una de las tradiciones principales de Rosh Hashaná, que se remonta a los tiempos bíblicos, es escuchar el Shofar, un cuerno de carnero que al soplarlo emite un sonido intenso y penetrante. ¿Para qué se lo toca?
El filósofo judío-español Maimónides (siglo XII) sostiene que el Shofar es una suerte de despertador, una alarma que viene a sacudir nuestras conciencias adormecidas y nos llama a arrepentirnos de nuestras faltas y retornar a la senda que nos acerca a Dios.
La celebración de Rosh Hashaná también se desarrolla en los hogares. El banquete festivo incluye comer manzana con miel – para desearnos un año dulce –, granada –para que nuestras buenas acciones sean tan numerosas como sus semillas – y una serie de alimentos que de manera simbólica expresan las buenas intenciones para el año que comienza.
Durante la fiesta nos saludamos deseándonos “Shaná Tová”, un buen año o “Shaná Tová Umetuká”, un buen año lleno de momentos dulces. A eso se añade el anhelo de resultar favorecidos en el juicio divino: ¡Que seas inscrito en el Libro de la Vida!
Apreciado lector, en vísperas del comienzo de un nuevo año del calendario judío permítame expresarle mis mejores deseos. Que este año 5783 traiga su bendición de paz, salud y bienestar para todos.
¡Shaná Tová!