La semana pasada tuve el honor de participar del Primer Encuentro de Líderes Judíos y Musulmanes de América Latina que se realizó en Buenos Aires, Argentina. Unos 30 líderes de ambas comunidades de 11 países de la región junto con algunos jóvenes locales, compartimos varias sesiones de trabajo en un clima fraterno que comenzó el lunes con un almuerzo de camaradería. Esta bella iniciativa es un esfuerzo conjunto del Congreso Judío Latinoamericano y la Liga Islámica Mundial.
Después de las presentaciones de rigor, me tocó moderar una dinámica para romper el hielo y lograr que los participantes comiencen a interactuar entre sí. Al final y en pequeños grupos había que escoger tres palabras que resumieran las expectativas de la reunión. “Amistad”, y “paz” fueron las más mencionadas.

La primera sesión se refirió a como cada tradición ve al “otro”, al que es diferente. Un rabino presentó la visión de la tradición judía y luego un Imam la perspectiva del islam. Como resumen se puede destacar que tanto en hebreo (Ajer) como en árabe (Ajar), el “otro” contiene la noción de “Aj”, que significa hermano. Ese enfoque compartido fue el puntapié inicial.
LEA TAMBIÉN: ¿El pueblo elegido o el pueblo que elige?
Después fue tiempo de compartir buenas prácticas, es decir, aquellas actividades que ya se realizan a nivel local entre las comunidades musulmanas y judías y que podrían servir de inspiración a otras para avanzar en este camino de acercamiento y diálogo. Fue muy revelador escuchar esas experiencias y me llevé como tarea la misión de replicar algunas en Panamá.
Llegó el momento del acto protocolar que contó con la presencia de las autoridades comunitarias locales y también los representantes del gobierno nacional y municipal encargados de los temas religiosos. La formalidad del evento no impidió que se escucharan palabras emotivas. Mi amigo Claudio Epelman, Comisionado para el Diálogo Interreligioso del Congreso Judío Mundial afirmó: “El encuentro del día de hoy quizás no sea un hecho cotidiano, pero para los latinoamericanos es sin duda natural. Sin embargo, en otras latitudes una iniciativa de este calibre sería considerada milagrosa. Hoy, desde Latinoamérica, estamos encendiendo una nueva luz que esperamos alumbre en aquellos lugares donde el encuentro entre judíos y musulmanes es un hecho impensable”.
La cena, en un excelente restaurante Kosher, nos permitió a los participantes seguir conversando y profundizando en el conocimiento mutuo en un ambiente alegre y distendido.
El martes comenzamos la mañana hablando de prejuicios y estereotipos recíprocos y de cómo evitarlos. Además de qué manera podemos ayudar a combatir el antisemitismo, la islamofobia y cualquier otra forma de discriminación. Sin duda, la educación es la clave.
La última sesión se refirió a los desafíos que tenemos por delante. Allí se habló de las dificultades y las oportunidades que presentan las relaciones judeo-islámicas, siendo ambas minorías en una región mayoritariamente cristiana y como el conflicto en Medio Oriente no debe ser un condicionante para el avance del trabajo conjunto en la región. Como no podía ser de otra manera, el encuentro terminó compartiendo un almuerzo en el que cada uno podía apreciar cuanto había enriquecido su perspectiva a partir de ese tiempo que estuvimos juntos.
En lo personal siento que ha sido un gran privilegio para mi haber participado de esta importante reunión y espero que podamos seguir fortaleciendo el camino del dialogo y la convivencia como testimonio de fe y esperanza que emana de ambas tradiciones religiosas.