El domingo pasado, como cooperación y apoyo a una compañera del bachillerato, participamos en la caminata Susie Thayer, que organiza Fundacáncer. Durante la parte previa a la caminata, observé a familias completas apoyando a sus amistades y seres queridos. Empresas apoyando de gratis con agua, jugos, paletas, etc.
Soy un crítico del apoyo a grandes eventos, sin antes mirar a quien tengo al lado y necesita esa ayuda. Por eso quiero contar mi experiencia en el Instituto Oncológico Nacional.
Me tocó, hace más de 10 años, llevar un familiar. Llegué temprano. Me costó encontrar estacionamiento, porque entre los autos de los pacientes, funcionarios y personas de empresas aledañas, el espacio disponible no alcanza. Uno llega desorientado, no conoce el sistema, así que toca preguntar.
Durante estas investigaciones, uno ve a las personas que llegan de todas partes del país, especialmente los que vienen del interior. Gente que viene buscando una esperanza a su afectación. Ahí me encontré con voluntarios repartiendo emparedados, café y té a las personas que han madrugado para estar ahí.
Esa vez, me llamó la atención un señor. No recuerdo su nombre, tenía un escritorio en un pasillo y servía como filtro y orientador a los pacientes y familiares.
Me consta, que le buscaba solución a los problemas de citas y atención a la gente. Buscaba la forma de que atendieran a aquellas personas que venían de lejos y por cualquier tecnicismo o ausencia del médico, se iban a ir sin atención.
Yo nunca, he visto a otro funcionario ser tan dedicado, sobre todo en un lugar donde cualquiera ayuda es importante. Más durante esa tragedia familiar. Logró que vieran el expediente de mi familiar y que me tramitaran una cita para la semana siguiente.
Ese señor no me conocía, fui sin palanca, solo con la esperanza. Así hay mucha gente. La salud de los panameños y de todos los que vivimos en este país también debe ser una prioridad.
Necesitamos un Hospital Oncológico de primer mundo, pero también necesitamos unidades especializadas en sitios estratégicos de la república, no solo para minimizar el dolor de las familias, también para minimizar el dolor del bolsillo de esas personas.
Llevar y traer a una persona en silla de ruedas, sin tener carro, es una odisea, y ni pensar en los que vienen en camillas. Muchas veces reaccionamos o nos sensibilizamos cuando nos toca.
La solidaridad y empatía con gente, debe ser siempre, sobre todo a los que su trabajo es servir.
Consideraciones del autor
Tenemos que levantar las voces de protesta, denunciar, participar, deplorar, repudiar y todos aquellos verbos que puedan manifestar nuestro total rechazo a los que esté malo.
Agradezco a mis lectores y amigos por sus comentarios a mis escritos. Gracias por leer mis aportes en este blog. Recuerda: El conocimiento es infinito… y gratis.