“Yo sé, yo sé. Somos el pueblo elegido. Pero quizás por una vez, ¿no pudiste elegir a otro?” La frase pertenece a Tevye el lechero, el célebre personaje creado por la pluma de Scholem Aleijem, el más célebre autor en idioma Yiddish (Ucrania 1859 – EE. UU. 1916), que se volvió famoso gracias al musical “El violinista en el tejado”.
Con su irreverencia característica, Tevye se dirige a Dios cuestionando la pobreza y los ataques antisemitas de los que eran víctimas “Sus elegidos”. Su planteo sagaz encierra una crítica al concepto del pueblo elegido, que ha formado parte del pensamiento judío a lo largo de los siglos. Por ejemplo, Najmánides, (España siglo XIII) afirma que fue por medio de la aceptación de la Torá que Dios consideró a Israel como un pueblo especial entre las naciones.
Sin embargo, me atrevería a decir que esta idea del “pueblo elegido” que ha dado lugar a interpretaciones erróneas e incluso a acusaciones discriminatorias, no refleja la visión más abierta y universalista que siempre ha caracterizado a la línea central del pensamiento judío. Permítanme enumerar algunas nociones básicas para corroborar esta idea.
La Torá comienza afirmando que todos los seres humanos descendemos de la primera pareja (Adán y Eva), y la Mishná nos dice, en un reconocido pasaje, que de allí debemos aprender que nadie puede decir que sus ancestros eran superiores a los de otra persona.
Maimónides, el más destacado pensador filósofo judío de la Edad Media (España, siglo XII), sostiene, en otro reconocido texto, que los justos entre las naciones (es decir, no judíos) también tendrán lugar en el Mundo Venidero.
Por cierto, la “elección” de Israel no implica superioridad o santidad innata. Debe ser visualizada desde el lado de las obligaciones asumidas en el pacto con Dios, más que desde los aparentes beneficios que pudieran recibirse gratuitamente. En palabras del profeta Isaías (42:6): “y te pondré como pacto para el pueblo, como luz para las naciones”
Yo creo que la mejor forma de entender el concepto de pueblo elegido es invirtiendo la fórmula. (Una vez leí que era una idea asociada a un espejo.) Tal como lo expresan algunos teólogos contemporáneos: más que Dios elegir a Israel, fue Israel el que eligió a Dios. Nos convertimos en el pueblo elegido por medio del pacto, porque elegimos asumir el desafío de ser Sus socios en la obra de creación.
Lo mejor del caso es que esta “elección” no es exclusiva. Cualquier individuo, cualquier grupo, tiene la facultad de ser también “elegido” en la medida en que decida elegir a Dios, vivir bajo la guía y la inspiración divina, con el único mandato de seguir el principio que nos convoca a todos los hombres y mujeres de fe y que se expresa en la frase que en la tradición judía rezamos al final de nuestra plegaria: “perfeccionar el mundo bajo el reino de Dios.”
¿Somos el pueblo elegido? Prefiero creer que somos el pueblo que eligió a Dios, y eso es una gran responsabilidad que nos compromete.