“El mundo es un puente angosto, y lo importante es no tener miedo.” La frase se le atribuye al Rabi Najman de Breslev (Imperio Ruso 1772—1810) una de las grandes personalidades del jasidismo, una corriente espiritual judía que floreció en Europa oriental en el siglo XVIII.
Compuesta por diez palabras en su versión hebrea, se popularizó como una canción con una melodía muy pegadiza. Tengo hermosos recuerdos de mi adolescencia cantándola con entusiasmo junto a otros jóvenes judíos. Años más tarde descubrí que en Israel es entonada por los fanáticos en los estadios de futbol alentado a sus respectivos equipos.
Es que la melodía verdaderamente contagia. Comienza lentamente y repite tres veces las palabras “un puente muy angosto”. Después de cantar dos veces esta primera mitad, llega el punto de inflexión y comienza a acelerarse cuando cantamos dos veces “y lo importante” hasta llegar con todo el énfasis casi a gritar (también dos veces) “es no tener miedo”. ¡Cuanta energía!
Sin embargo, no se trata solo de la melodía. Las palabras también tienen su impacto. La metáfora del mundo como un puente angosto que hay que cruzar es muy gráfica (incluso para nosotros que por lo general no tenemos que cruzar puentes angostos) y el llamado a no tener miedo frente al desafío expresa un mensaje de valentía, muy de moda en todos los tiempos.
Algunos años más tarde, ya siendo adulto, descubrí casi simultáneamente dos cosas que me hicieron comprender la frase desde una perspectiva distinta, casi opuesta. La primera es que tener miedo no es algo malo. Los psicólogos afirman que se trata de una emoción primaria que nos sirve para sobrevivir. Es un mecanismo que nos permite percibir una amenaza contra nuestra vida o nuestra seguridad y reaccionar en consecuencia. Sería terrible no tener miedo frente a un peligro.
La segunda es que la frase de Rabi Najmman no era exactamente igual a como dice la canción sino que el verbo temer usa un formato reflexivo que al igual que en español significa que la acción recae sobre la propia persona. Pudiéremos asumir entonces que las palabra del sabio parecieran hablarnos no sobre el hecho de no tener miedo (que es un acto instintivo) sino de evitar que el miedo nos afecte, que el miedo nos paralice.
Es que aquel que frente al peligro no tiene miedo no es valiente sino un inconsciente. Valiente es quien a pesar del miedo, a pesar del pánico que le genera la situación es capaz de enfrentarla.
El mundo es un puente angosto que debemos cruzar. Está lleno de retos y obstáculos. Algunas veces la incertidumbre nos angustia y otra nos llenamos de miedo. Lo importante, dice Rabi Najman, es no dejar que esos miedos nos dominen, que se metan en nuestras cabezas y que nos impidan seguir avanzando. Seamos valientes. No negando el temor, sino superándolo.