Dicen los expertos en bienes raíces que hay tres cosas fundamentales que definen a una buena propiedad: ubicación, ubicación y ubicación. Parafraseando la idea pudiésemos nosotros afirmar que hay tres claves esenciales para el desarrollo de una persona en el siglo XXI: educación, educación y educación.
La primera responsabilidad educativa compete a los padres. Y es lógico que así sea. El hogar es el lugar donde se aprenden las habilidades primordiales para la vida.
En el caso de la tradición judía esto está claramente establecido en la Torá (Pentateuco) tanto en un texto central como es la afirmación de fe del Shemá Israel (Deut. 6:4-9) donde dice: “Las leyes que te prescribo hoy las grabarás en tu corazón, las enseñarás a tu hijo…”; como en la instrucción de responder sus preguntas sobre el significado del ritual de la Pascua que aparece en diversos pasajes, por ejemplo (Ex. 13:8): “Y le contarás a tu hijo en aquel día, diciendo: “Esto es con motivo de lo que hizo Dios por mí cuando salí de Egipto.”
Y el hogar se complementa con la educación formal. El Talmud nos dice que el sabio Shimón ben Shetaj (siglo I AEC) afirmaba que todo niño debía ir a la escuela y un siglo más tarde el sumo sacerdote, Joshua ben Gamla instituyó una ordenanza para que se establezcan maestros en cada una de las ciudades y en cada uno de los pueblos, para que asistan los niños a partir de los 6 y 7 años.
Y ese modelo prevaleció y se desarrolló a lo largo de los siglos. Cada comunidad judía tenía su espacio educativo para formar a las nuevas generaciones principalmente en la alfabetización y en el conocimiento de los textos sagrados y de las tradiciones. Desde la modernidad, con la universalización y la secularización de la educación ha quedado en evidencia su importancia como herramienta imprescindible para el perfeccionamiento de una persona y también de la sociedad.
La educación es un derecho que tiene todo niño tal como está claramente expresado en la Declaración de los Derechos del niño aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en noviembre de 1959 cuyo principio 7 dice: “El niño tiene derecho a recibir educación, que será gratuita y obligatoria, al menos en las etapas elementales…” y que es reafirmado posteriormente en los artículos 28 y 29 de la Convención sobre los Derechos del Niño aprobada por la misma organización 40 años más tarde.
Muchas personas tienen una visión instrumentalista del aprendizaje, es decir, creen que es un medio para dotar a las personas de habilidades que les permitan su inserción en el mercado laboral. Sin embargo, es cada vez más evidente que es necesario ver la educación con un enfoque integral y humanista cuya misión sea brindar valores, estimular el saber, la curiosidad y el pensamiento crítico de forma tal de que los jóvenes cuenten con una formación que les permita enfrentar exitosamente los cada vez más complejos desafíos que la vida presenta.
Por eso, si me preguntan cuál debería ser nuestra prioridad como sociedad, diría que debemos enfocarnos en tres cosas: Educación, educación y educación.
TAMBIÉN PUEDES LEER: Sin lucha no hay victoria