La Asamblea Nacional es el primer Órgano del Estado. Allí están los representantes del pueblo, pero la mayoría de sus miembros se comportan como faraones impunes y eso no puede seguir así.
No se puede tener un poder del Estado donde el whisky Macallan 18, las boquitas y planillas “cash back” sean su carta de presentación, que todo el mundo sabe que existen, pero el contralor de la República solo dice que hay que hacer correcciones.
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No se puede tener una Asamblea que crea que está por encima de la Constitución Nacional y la Corte Suprema de Justicia, que no sabemos cuál es su presupuesto general, quiénes son sus asesores y cuánto ganan, cuál es su planilla de trabajadores permanentes, temporales y transitorios, cuáles son los diputados suplentes nombrados por encima de la ley.
Es decir, la Asamblea Nacional no puede seguir siendo como un hoyo oscuro apadrinado por el Ejecutivo donde no pase nada y por ello, la iniciativa del Parlamento Abierto no solo es una necesidad, sino una oportunidad para que de forma concreta puedan darle poder a los ciudadanos.