Nuestro país, Panamá, ratificó la Convención sobre los Derechos del Niño, por lo que está convocado a respetar y acatar la iniciativa en aras de asegurar las condiciones idóneas para el desarrollo físico, intelectual y emocional de los niños, niñas y adolescentes, facilitando el acceso a un mundo mejor. Es por esto por lo que estamos llamados a mantener un enfoque en derechos y la obligación de promover sus derechos fundamentales.
Es conocido que debido a la incidencia de múltiples factores sociales, económicos, políticos y/o culturales, cientos de niños, niñas y adolescentes se encuentran con sus derechos vulnerados, entre estos factores tenemos la pobreza extrema, las migraciones, el índice de violencia en el entorno de los niños, el abandono y la falta de cuidados parentales.
Lamentablemente, estamos ante una crisis social que inicia desde los padres, las familias, las comunidades y barrios, sin importar su nivel económico. Es importante al iniciar este escrito que la ciudadanía panameña esté consciente que la familia, el Estado y las comunidades, tienen la obligación de suplir las necesidades básicas y universales a todos los niños, niñas y adolescentes.
Este escrito tiene como objetivo llevarles un mensaje, claro y preciso
En los más de veinte años en este apostolado o ministerio, como les quieran llamar, he aprendido entre altas y bajas que existen principios que hacen posible el rescate, respeto y la restitución de los derechos de los niños, niñas y adolescentes, los cuales podemos mencionar:
“La voluntad de ayudar a un niño”.
“La empatía de ponerse en el lugar de un niño que sufre”.
“El compromiso con nuestros niños y estar vigilantes para un desarrollo digno e integral”.
Y sobre todo, el “respeto como persona” como sujeto de derechos.
Nada de lo anterior puede ser posible si no mantenemos algo que se llama “sensibilidad humana”.
Un hecho de la vida real
Quiero partir de un hecho real para que conozcamos de cerca vivencias que nos dejan lecciones aprendidas y de ellas podamos corroborar todos, sin importar el nivel de estudios, raza, estatus social o económico, nada es impedimento para elevar la voz para recatar a un niño y quiero que nos remontemos al año 2017, un hecho de la vida real, porque estas lecciones aprendidas se basan en mi experiencia y quiero que al leer estas líneas sustraigas ese aprendizaje que también te pueden convertir en el héroe de un niño, niña o adolescente.
En el año 2017 me encontraba en la Isla Colón de Bocas del Toro, eran aproximadamente las cinco de la tarde, estando en la Isla a punto de tomar la lancha de regreso mediante el transporte acuático para llegar a Almirante, un muelle y de ahí puedes partir hacia la provincia de Chiriquí por carretera.
Cuando estoy a punto de abordar la lancha recibo una llamada de uno de mis tantos sobrinos del sector de Almirante y me dice, “Tía, a qué hora llegas a Almirante, es que la están esperando dos mujeres por el caso de unos niños”. En verdad, no me imaginaba la gravedad del asunto hasta que llegué al puerto de Almirante. En efecto, estaban dos mujeres de raza indígena y al bajarme de la lancha me dicen: “Lucy, dos niños, los abandonaron y se están muriendo”.
Eran aproximadamente las 1800 horas, a pesar de que debía seguir mi camino hacia David, Chiriquí, ya que el camino es un poco peligroso por las neblinas en las montañas, hice una pausa y me fui caminado con las dos mujeres hasta donde estaban los niños. Caminamos por el área de Barrio Conejo, una comunidad que está prácticamente sobre aguas negras, caminamos entre troncos, hasta llegar a una choza, subimos una escalera hecha de troncos y en la planta alta, encontré un bebé en una hamaca, llorando y pálido.
Al lado de una anciana estaba una niña con ojos de tristeza, aproximadamente de cuatro años, ambos niños habían sido abandonados por su madre. La anciana recolectora de basura al verme sintió miedo, pero como siempre traté de ser lo más amable. Habían otros miembros de la familia, pero en ese instante el rescate de los niños era inminente.
Uno de los principios es decirles a las personas cercanas sobre los derechos de los niños, el derecho a la salud, a la protección, derecho a tener una vida íntegra.
De inmediato llamé al Juzgado de Niñez y se activó la alerta. Confieso que al presentarse estas situaciones no podemos perder de vista en ningún momento los niños, existen ocasiones que familiares por miedo se los llevan y esto pone en riesgo el rescate.
Aquellas dos mujeres que me llevaron a esa casa cumplieron un principio:
“sensibilidad humana”, porque se preocuparon por los niños y alzaron sus voces
“valentía”, porque no les importó llevarme a esa casa y que posiblemente terceros tuvieran repercusiones contra ellas.
Ahora bien, tomando todas las pruebas se me informó que ya venía en camino la policía de menores para el rescate, pero si nosotras estamos en la casa en donde los niños fueron encontrados, ¿quiénes se encargarían de guiar a la policía de menores hasta donde estábamos?
En el Sector habita un grupo de jóvenes, hoy día muchos son estigmatizados por su raza y condición social, son víctimas de la deserción escolar y algunos han caído en el consumo de drogas.
Una de mis luchas es lograr crear puentes de armonía entre los jóvenes en riesgo y las autoridades, que nuestros jóvenes sean parte de esta lucha a favor de la infancia y hacerles ver que son actores importantes para acciones positivas en sus comunidades. Me les acerqué y les dije con una expresión muy popular: “Viene el Gobierno a un rescate”.
Ellos le dicen gobierno a la fuerza pública, asustados me dicen, ¿Para Qué? Les dije vienen a rescatar dos hermanitos y quiero que reciban a la policía en la carretera y los guíen hasta donde estoy. Ellos me contestaron: “¿En serio tía?” Les dije, sí, Yo estaré en la casa con los niños, pero necesito guíen a la policía, (el lugar estaba lleno de casas casi sobre un manglar y no había forma de dar una dirección precisa).
Aquel grupo de jóvenes que se reúnen en una esquina y por muchos son juzgados por su condición social, fueron fundamentales para esta misión y estoy segura de que su participación fue clave para el éxito del rescate, de hecho esperaron a la policía y los guiaron hasta donde estaban los niños.
Los actores fundamentales
Una vez rescatados estuvieron recluidos en el Hospital de Changuinola. En este momento vemos actores fundamentales, las dos mujeres que me esperaron y activaron la alerta, lo jóvenes del barrio que guiaron a los policías y las autoridades que pusieron los niños bajo protección.
Basada en un hecho real, comprobamos que todos tenemos la obligación y podemos ser partícipes en el rescate de un niño, sin ningún tipo de discriminación, sólo importa tu alta sensibilidad humana y respeto a la infancia, el respeto se trata con hechos y ser vigilantes.
Hemos realizado este documento desde la perspectiva ciudadana como partes de un Estado de Derechos, en donde hemos recorrido varios sectores sensibilizando y orientando sobre los Derechos de los Niños.
Cuando tenemos un cuidado, protección y defensa con un enfoque en derechos, logramos comprender que la sensibilización es crucial para garantizar entornos seguros y sanos para los niños, niñas y adolescentes. Para dar paso a lo antes descrito existe una acción valiosa que debemos contemplar y esta es la “sensibilidad humana”.
Esta sensibilidad nos hace más humanizados, valoramos nuestro entorno y ponemos en primer lugar la empatía, tal como en la experiencia contada, si a las dos mujeres y a los jóvenes no les importara los niños que estaban en riesgo, no sabemos cuál habría sido el final.
Hay casos de vida o muerte
Es aquí donde siempre recalco que la defensa de la niñez no sólo es un hecho de decirlo en palabras, sino también con acciones, porque tal como vemos en los últimos acontecimientos, es un tema de vida o muerte, tal como el caso de la niña Lina, que fue asesinada en Alanje, Chiriquí, o también como el caso de la bebé que luego de nacer fue lanzada para que las bestias se la comieran en Cerro Patena en el Distrito de Besikó.
Preguntémonos
¿Qué sería de cada uno de nosotros el día de hoy, sin el apoyo de nuestros padres, de tus familiares o de aquellas personas que nos ayudaron a crecer?
“Al reflexionar nos damos cuenta de que seriamos muy distintos a lo que somos hoy”.
Espero que cada uno que lee estas líneas haya recibido en su hogar cariño, afecto, dedicación, protección y sobre todo la dedicación y preocupación de sus padres para que realizara su proyecto de vida, sobre todo el amor que nos dieron y apoyo, que al no recibir esto, no contáramos con la autoestima y seguridad que poseemos en este momento.
¿Qué pasa con todas aquellas niñas, niños y adolescentes que, en sus familias en lugar de proveerles de cuidados, les otorgan maltratos, en donde los gritos, las amenazas y la violencia y hasta la muerte en sus distintas acepciones son cuestiones que tristemente se han convertido en costumbre y normalizadas? Ante ese escenario, el futuro de los menores se vuelve incierto.
Es por esto por lo que la sensibilidad humana es esa facultad de sentir, de mostrar ternura y compasión por los más indefensos. Considero que es aquel principio que debemos aplicar para el cuidado cariñoso y sensible para el desarrollo desde que el niño nace.
De esta manera podemos ayudar a los niños a sobrevivir y prosperar para transformar su buen cuidado y el potencial humano.
Para logran una eficiente y efectiva atención y cuidado a favor de la infancia debemos tener una mentalidad clara de lo que significan sus derechos fundamentales, pero antes de dar ese paso debemos tener una actitud protectora y constante a favor de los niños, pero nos preguntamos:
¿A partir de qué nace ese sentimiento de vigilia, preocupación y acción? Nace de nuestra “Sensibilidad Humana” ese sentir de ponernos en el lugar de otros con empatía, es ese sentimiento que nos lleva a actuar con respeto primando a los más vulnerables en este caso los niños, niñas y adolescentes.
Hemos querido transmitir la importancia de la crianza con mayor sensibilidad humana, los niños, niñas y adolescentes que, por distintas circunstancias, los equipos de protección, técnicos y cuidado tienen el deber y la responsabilidad primordial de restituirle sus derechos vulnerados, no así revictimizarlos.
Esta actitud protectora y nuestra sensibilidad debe ser transmitida desde nuestras comunidades y todo nuestro entorno. Los niños, niñas y adolescentes violentados y vulnerados están en las calles, si logramos mayor sensibilización y promovemos la unión y protección desde la familia, evitaremos que los niños sean llevados a centros de protección por prevención, cuando este cuidado y defensa, sobre todo el respeto a sus derechos deben aplicarse desde el momento de su nacimiento, aplicado en su entorno familiar y comunitario garantizándole un cuidado integral con miras de que logre su proyecto de vida de manera digna y justa.
̈Solo así fortaleciendo las familias, la cual es el pilar de la sociedad, aseguraremos entornos seguros, sanos y felices para nuestros infantes, niños, niñas y adolescentes “.