“En la tradición judía expresamos nuestra devoción por la Torá, nuestro libro sagrado, bailando con ella. ¿Conocen ustedes algún otro pueblo con una tradición similar?”.
Posiblemente esta tradición estaba tan arraigada en mi – conservo hermosos recuerdos de mi niñez -, es para mi algo tan obvio y lo veo tan natural que nunca preste atención al significado profundo que encierra esta idea tan poderosa hasta que la escuche de boca de uno de mis maestros. Bailamos con nuestro libro sagrado.
Se trata de una bellísima costumbre durante la celebración de la fiesta de Simjat Torá (literalmente la alegría de la Torá) con la que concluye Sucot (la fiesta de las Cabañas) y toda la temporada de celebraciones de esta época del año.
Los rollos de la Torá son sacados del arca sagrada y cargados por distintas personas quienes bailan con ellos acompañados por toda la comunidad formando rondas a su alrededor.
Esta festividad no aparece ni en la Biblia ni en el Talmud.
Es una creación de los judíos de Babilonia hace unos mil años y de allí se propagó al mundo.
En este día culmina el ciclo anual de la lectura de la Torá y comienza nuevamente.
De acuerdo con la tradición, la Torá está dividida en 54 porciones y cada semana leemos una en la sinagoga de manera secuencial de forma tal que completamos la lectura al cabo de un año, en Simjat Torá, y la comenzamos nuevamente ese mismo día.
Leemos el pasaje final del Pentateuco (la bendición de Moisés al pueblo y su muerte) e inmediatamente después el principio (la creación del mundo).
Es que la Torá es tan importante como guía y enseñanza que su estudio es un ejercicio constante.
“Es un árbol de vida para los que se aferran a ella” dice el libro de Proverbios (3:18).
Por eso al terminar de leer el texto, lo comenzamos nuevamente, intentando encontrar nuevas perspectivas y aprendizajes.
En cada ocasión tenemos la oportunidad de estudiar nuevas interpretaciones desarrolladas por exégetas y comentaristas a lo largo de los siglos, los análisis de los académicos contemporáneos, y por supuesto nuestra propia óptica, enriquecida a partir de las experiencias adquiridas.
El texto es el mismo, pero nosotros hemos cambiado desde la última vez que lo estudiamos. Enseñan los sabios en el Talmud: “70 caras tiene la Torá” reafirmando esta idea que en cada lectura siempre hay una nueva mirada posible, algo nuevo por aprender.
Otra bella tradición que expresa nuestro amor por la Torá es la de convocar a la persona que lee el pasaje final de la Torá como el “Novio/a de la Torá” y a quien lee el comienzo como “Novio/a del Génesis.
Estos destacados honores se confieren a dos personas respetadas y comprometidas con la congregación como un reconocimiento a su trayectoria.
Y por supuesto no pueden faltar los niños, protagonistas fundamentales de la celebración y de los bailes de Simjat Torá.
La posibilidad de la cercanía física con los rollos sagrados y el clima de alegría que reina en la fiesta va sembrado la semilla para construir ese vínculo afectuoso con el libro sagrado, mientras van aprendiendo algunos relatos y se familiarizan con el texto.
“Alégrense y regocíjense en Simjat Tora” dice una canción popular. Y esperamos que el regocijo por el estudio de la Torá nos acompañe todo el año.