El homo sapiens ha sido suplantado por el homo videns, a decir del pensador italiano Giovanni Sartori y lo comprobamos cada día en esta revolución multimedia de la cual somos testigos, protagonistas y víctimas. La imagen ha destronado a la palabra escrita.
Y esto es un gran desafío para las tradiciones religiosas que han hecho de la palabra revelada su ancla fundamental. Sin embargo, más allá de esta nueva realidad hay que destacar la preponderancia que han tenido los textos en nuestro desarrollo como humanidad.
Específicamente, en el caso del pueblo judío, sus libros sagrados han sido el eje a partir del cual pudo constituirse y sostenerse a lo largo de los siglos.
La “santidad” de los libros emerge – más allá de las consideraciones de su posible origen divino - de la centralidad que ocupan en la percepción de la gente, como fuente de autoridad. En los últimos casi dos mil años, salvo pequeñas excepciones, nuestro pueblo careció de autoridad política y religiosa centralizada, de allí, la posición medular que ocuparon y siguen ocupando ciertos libros en la vida judía..
El principal libro sagrado de la tradición judía es la Torá (Pentateuco, en español). Compuesto por los primeros cinco libros de la Biblia (del Génesis al Deuteronomio) abarca desde la creación del mundo hasta la muerte de Moisés e incluye las leyes que constituyen el pacto entre Dios y el pueblo de Israel.
El Tanaj o la Biblia Hebrea, es un canon tripartito. Además de la Torá, lo integran Los Profetas (compuesto por 8 libros, algunos históricos y otros proféticos) y los Escritos (11 libros de géneros diversos). Fue canonizado al final del siglo I E.C. tras la destrucción del Segundo Templo de Jerusalem a manos de los romanos.
En un periodo que va aproximadamente del siglo II A.E.C hasta el VII E.C. se desarrolla lo que se conoce como la literatura rabínica. Las leyes de la Torá fueron interpretadas y desarrolladas por los rabinos en las casas de estudio o en los sermones en la sinagoga, para conformar la Halajá o Ley judía.
Así, el primer código post bíblico fue la Mishná (Año 220 E.C.), que sistematiza y clasifica las interpretaciones legales de la Torá y agrupa las leyes en forma temática (lo que constituía una novedad ya que hasta ese momento seguían el orden de cómo aparecían en el texto bíblico).
La Mishná está escrita en hebreo y fue promulgada por Rabí Judá, el príncipe en la tierra de Israel.
Las discusiones y comentarios sobre la Mishná dieron origen al Talmud, del cual contamos dos versiones, el Talmud de Jerusalem (de la tierra de Israel, escrito en arameo palestinense y editado en el año 400 E.C.) y el más conocido y estudiado, el Talmud de Babilonia, desarrollado por los judíos de aquellas tierras, escrito en arameo babilónico y editado en el 500 E.C..
Tras su cierre, el Talmud comenzó a estudiarse e interpretarse (ejercicio habitual en nuestra tradición) dando origen a una prolífica literatura legal. En la parte final de la Edad Media comenzaron a aparecer los códigos legales que buscaban organizar y exponer de manera clara las leyes de la tradición de acuerdo con la práctica local. Los más conocidos son el Mishné Torá de Maimónides (siglo XII) y el Shuljan Aruj de José Caro (siglo XVI).
Desde entonces y hasta la actualidad, estos y otros libros que constituyen la esencia de la sabiduría judía continúan estudiándose e interpretándose para encontrar allí la guía y los principios que nos permitan responder a las preguntas de nuestros tiempos.
Los desarrollos tecnológicos y la evolución de la experiencia humana van planteando nuevas inquietudes, pero las bases de nuestras convicciones se encuentran en nuestros textos sagrados y de allí emerge