Uno de los conceptos fundamentales para conocer la civilización judía es el Shabat, el día sagrado. De acuerdo al relato del Génesis, Dios creó al mundo en seis días y en el séptimo día “cesó” de realizar su obra. Ese es, literalmente, el significado de la palabra Shabat.
Si bien acostumbramos a usar la palabra sábado como sinónimo de Shabat (ese es su origen etimológico) esto no es del todo preciso. En la tradición judía los días comienzan con la puesta del sol, de allí que el Shabat inicia poco antes del anochecer del viernes y se extiende hasta que salen las primeras estrellas de la noche del sábado.
Tanto en hebreo moderno, como en el bíblico, los días de la semana no tienen nombre, sino que se designan por su valor nominal (primer día, segundo día, etc.) a excepción del Shabat, dejando así constancia de su importancia como día sagrado en el que concluye la semana.
El cuarto mandamiento (Ex. 20:8-11, y Deut.5:12-5) establece la celebración del Shabat como día sagrado en recuerdo de la creación del mundo y en conmemoración del éxodo de Egipto, en el cual no se realizan labores.
La cena de Shabat que se realiza en el hogar, el viernes en la noche al regresar de la sinagoga, constituye una de las tradiciones más significativos de la vida judía. Sentada alrededor de la mesa, la familia celebra con una comida festiva que incluye la recitación del Kidush (la bendición a Dios por haber santificado al séptimo día que se hace mediante una copa de vino) y la bendición del pan, el alimento por excelencia, que define que estamos en una comida de celebración.
En la mañana, el rezo en la sinagoga es el más importante de la semana. Al ser el día en que no se trabaja, la liturgia resulta un poco más extensa que la cotidiana e incluye la lectura de una porción larga de la Torá junto a un pasaje de los Profetas.
En sentido conceptual, el Shabat marca el latir del ritmo de vida judío. Ante la ausencia de espacios sagrados (El Templo de Jerusalem fue destruido a finales del siglo I EC) se hizo necesario priorizar la noción del tiempo, estableciendo la existencia de momentos sagrados. En ese sentido, el rabino Abraham Joshua Heschel, uno de los grandes teólogos del siglo pasado, hablaba del Shabat como una “Catedral en el tiempo”.
El Shabat finaliza con una breve ceremonia que se llama Havdalá, diferenciación, que marca precisamente la separación entre lo sagrado y aquello que no lo es y establece el retorno a la actividad y a la lucha por la subsistencia.
Nuestros sabios ven en la vivencia espiritual del Shabat una muestra de lo que será el “mundo venidero” de la “época mesiánica”, por eso al final de la Havdalá evocamos la figura del profeta Elías quien según el texto bíblico no murió, sino que subió al cielo en un
carro de fuego y por eso, de acuerdo con nuestra tradición, habrá de retornar cuando llegue el momento de anunciar la Redención.
Antes de comenzar el Shabat y durante el mismo, nos saludamos deseándonos un “Shabat Shalom” que tengamos un Shabat pleno, de paz; Un Shabat que nos de fuerza e inspiración para que cuando termine y regresemos al mundo de la actividad, podamos ser socios de Dios en el proceso continuo de la Creación.