Las devastadoras imágenes que nos llegan desde Ucrania dan testimonio de la muerte y destrucción que ha causado el ataque ruso que – obvia decirlo - va contra el derecho internacional y amenaza la seguridad y estabilidad de Europa (y del mundo, si los rusos llegasen a utilizar bombas nucleares).
Y como ocurre con nuestra salud, que generalmente solo la valoramos cuando estamos enfermos, la idea de la paz se vuelve valiosa precisamente en estos tiempos de guerra.
Paz en hebreo se dice Shalom. Se refiere tanto a la falta de guerra, como a las buenas relaciones entre vecinos o naciones. También la palabra Shalom se usa para saludar y saber qué tal está una persona.
Vale la pena destacar que la palabra Shalom tiene la misma raíz gramatical que la palabra Shlemut que significa perfección, integridad. De esta forma, la paz es mucho más que la ausencia de guerras o conflictos es un estado de plenitud que abarca todos los aspectos de la vida. Es evidente que, para obtener esta noción ideal de Shalom, debemos comenzar por eliminar toda forma de violencia
El sabio Hilel, quien vivió en las primeras décadas del siglo I y según algunos fue maestro de Jesús, dijo: “Trata de continuar las enseñanzas de Aharón, que amaba la paz y corría en pos de ella.”
Este texto, (y tantos otros) nos enseña que debemos trabajar activamente por alcanzar la paz, debemos perseguirla, “correr en pos de ella”. El actuar de forma pacífica es tan sólo el primer paso del proceso; necesitamos comprometernos significativamente a buscar la paz, necesitamos ayudar a crear los mecanismos para que cada individuo, cada familia, cada grupo social y cada nación puedan resolver sus desavenencias de manera pacífica.
Para lograrlo, debemos reforzar la noción del respeto por el prójimo, la aceptación del que es diferente, y recordar que, en toda guerra, en todo conflicto, existe del otro lado, un ser humano igual a mí, con sus derechos y sus reclamos. Necesitamos convencernos de que mediante el diálogo honesto y sincero es posible alcanzar la paz.
Quizás en esta sintonía y volviendo al conflicto actual, vale la pena destacar el rechazo de la comunidad internacional a la agresión de la Federación Rusa y la condena casi unánime de la Asamblea General de las Naciones Unidas (que ojalá pudiera tener un papel más significativo en este y en todos los conflictos honrando lo que dice su Carta Fundacional)
Mientras tanto, hago mías las palabras de mi admirada Mafalda: “Desde esta humilde silla formulo un emotivo llamado a la paz mundial.” Y vaya desde aquí mi solidaridad con Ucrania, su pueblo y sus autoridades democráticas que están haciendo una extraordinaria demostración de valor y coraje, junto con la esperanza de que la paz se haga realidad y se cumplan allí y en todo el mundo las palabras del profeta Isaías (2:4): “Con sus espadas forjarán arados y podaderas con sus lanzas. No alzará la espada nación contra otra ni se ejercitarán más para la guerra.”